sábado, 31 de mayo de 2008

Los espero el miércoles!

MOZARTEUM ARGENTINO / TEMPORADA 2008
CONCIERTOS DEL MEDIODIA - TEATRO GRAN REX

Capilla del Sol
Conjunto Residente del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco

Juan Bautista Comes (1568 - 1643)
DANZAS DEL SANTISIMO CORPUS CHRISTI

Miércoles 4 de Junio a las 13.
Teatro Gran Rex, Av. Corrientes 857, Ciudad de Buenos Aires
Entrada libre

Capilla del Sol

SILVINA SADOLY, soprano
ADRIANA SANSONE, soprano
FLORA GRIL, soprano
PABLO TRAVAGLINO, alto
PABLO PICCINNI, barítono / flautas
RAMIRO ALBINO, flautas
CRISTINA GARCÍA BANEGAS, órgano
FEDERICO CIANCIO, arpa de un orden
EVAR CATIVIELA, vihuela
EDUARDO CÁCERES, guitarra renacentista / percusión
GABRIEL SCHEBOR, guitarra barroca
PABLO ANGILLETTA, vihuela de arco
IRENE CHAINA, vihuela de arco
MARÍA JESÚS OLÓNDRIZ, cello

Dirección Musical: Ramiro Albino
Coordinación Artística: Jorge Cometti & Leila Makarius

Este ciclo de conciertos está auspiciado por adnCULTURA La Nación, Capsa Capex, Yenny - El Ateneo, Petroken y Teatro Gran Rex.
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Juan Bautista Comes (1568 - 1643)
Danzas del Santísimo Corpus Christi.
Juan Bautista Comes fue, sin duda, el mayor exponente de la Escuela Valenciana durante el fin del renacimiento y los comienzos del barroco. Vocero de los ideales contrareformistas, fue otro músico entusiasta que pintó de fiesta las verdades más abstractas de la iglesia romana, mezclando elementos de la lírica popular con composiciones de carácter celebrativo al tiempo que noble. Su formación tuvo lugar en la Catedral valentina, a la que ingresó como infantillo de coro bajo la tutela de Juan Ginés Pérez. Más tarde, formado musicalmente y ordenado sacerdote, desempeñó el Magisterio de Capilla en la Catedral de Lérida. En 1605 es invitado por Juan de Ribera para ingresar al Real Colegio de Corpus Christi. Su virtud moral, y probada pericia musical hacen que vuelva a Valencia como Maestro de Capilla. Más tarde es invitado por Felipe III para ser Segundo Maestro de la Real Capilla. Sin embargo, por su nostalgia, decide volver a Valencia hasta su muerte. Se conserva doscientas dieciséis obras de Comes, repartidas entre la Catedral de Valencia, el Real Colegio de Corpus Christi, la Catedral de Segovia y el Real Monasterio del Escorial. Las Danzas de Corpus Christi son cabalmente comprendidas si antes entendemos que en España existía aún la Danza Sagrada, al servicio de la liturgia (hay, felizmente, cantidad de testimonios que avalan esta función, lamentablemente suspendida en el siglo XIX). La partitura de Comes nos presenta una serie de danzas que se cantaban y bailaban a lo largo de la procesión y celebración de la fiesta de Corpus Christi, posiblemente en el claustro del Real Colegio de Corpus Christi. Son obras de carácter netamente español: doble coro y acompañamiento de bajo continuo, sin violines.

viernes, 30 de mayo de 2008

¿Para quién canto yo entonces?

Ayer, jueves, fui a escuchar al coro Lagun Onak interpretando el oratorio Judas Macabeo, de Handel. Escribí una crítica para Perfil, pero me dijeron que hay poco espacio, por lo que tuve que cortarla. El concierto me hizo pensar mucho, les posteo uno de los fragmentos que no van a publicar. Ojalá lo lea algún músico!!!!!
Aquí va:
Conciertos como el del jueves nos plantean serios interrogantes sobre los músicos, sus intenciones y roles en la difusión (o no) de un repertorio.

La escena era más o menos así: el coro (que dominaba la escena desde lo visual y desde su sonido) transmitía un entusiasmo ingenuo pero al mismo tiempo emocionante, los solistas cumplían sus roles correctamente y con poca dosis de entrega, muchos miembros de la orquesta parecían pensar más en el frío que tendrían al volver a sus casas que en lo que estaban haciendo, y en medio de todo eso el director hacía un esfuerzo inmenso para lograr una sinergia que fue casi imposible. En todos falló la continuidad, excepto en Russo y algunos integrantes del coro, que fueron los únicos que estuvieron todo el tiempo totalmente concentrados en la obra, desde la dirección o siguiendo con atención la partitura.

Y el público recibe todo esto desde el sonido y desde las actitudes visibles. Un cellista masticaba chicle sin preocupaciones mientras su compañero solista se desgañitaba por cumplir su parte, las solistas vocales empinaban sus botellas de agua mineral para tomar del pico (eso sí: sus vestidos eran de gala), algunos miembros del coro aprovechaban las arias para buscar en la platea a sus amigos o familiares, los vientos ingresan en la mitad de un acto para tocar su parte (¿es tan agotador estar en el escenario desde el principio, aún cuando no hay que tocar?).

Se plantean entonces varias cosas. ¿Para qué o quién tocan o cantan los músicos?; ¿podemos decir que un músico es “profesional” sólo por cobrar un cachet?. Es posible que para muchos instrumentistas, tocar en una orquesta de ocasión sea sólo una changa que aumente sus ingresos mensuales, y que para algunos cantantes el escenario sea la única posibilidad de tener un momento de glamour en el entorno de una vida gris. Habría que preguntarse entonces cuánto hay de arte en todo esto.

domingo, 25 de mayo de 2008

ser músico en América Latina...

Esta semana viene a Buenos Aires el prestigioso Daniel Barenboim, con la Staatskapelle de Berlín, a ofrecer cuatro conciertos, que les recomiendo a todos ampliamente.

Miré el programa (que envío a continuación) le envié un mail a varios amigos, recomendándoles los cociertos y reflexionando acerca de lo que debe ser esa gira, haciendo semejantes programas, uno por día. También pensaba en lo que ha de ser la cabeza de Barenboim, que está listo para dirigir esas mega-obras, prácticamente una por día.

Aquí la lista de obras y fechas:

Jueves 29 de Mayo - 1º ciclo – Teatro Coliseo – 20.30hs:
Arnold Schoenberg - "Noche transfigurada"

Anton Bruckner - Sinfonía nº 7

Viernes 30 de Mayo - 2º ciclo – Teatro Coliseo – 20.30hs:
Anton Bruckner - Sinfonía nº 8

Domingo 1 de Junio - Homenaje al Teatro Colón en su Centenario – Luna Park – 19.00hs:
Con el patrocinio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Richard Wagner - Obertura de “Los Maestros Cantores de Nuremberg” / Preludio y Muerte de Amor de “Tristan e Isolda”
Gustav Mahler - Sinfonía Nº5

Lunes 2 de Junio - Función Extraordinaria – Teatro Coliseo – 20.30hs:
Arnold Schoenberg - Variaciones Op. 31

Anton Bruckner - Sinfonía nº 9

Mi amiga Gabriela Guembe, con su pragmatismo y permanente calidad de ideas, me respondió lo siguiente, que lo comparto con todos. También es para pensarlo.

Aquí va:

... que impresionante...!!!
pero también es verdad que seguro ponen esto... y andan seis meses de gira tocando lo mismo por todos lados...
no tienen, como nosotros, que ir a pagar un impuesto,

estudiar un ratito una sonatita,
luego ir a la orquesta y salir con malasangre,
tomar transportes urbanos que no funcionan,
pelear con los padres de tus alumnos,
volver a tu casa y seguir con la sonatita,
agarrar un laburito a ver si con eso lográs ganar una peseta que te permita cambiar la cuerda que se te está por cortar...,
en fin, no sigo, porque nuestra realidad latinoamericana es TAN pero TAN distinta. y si esta fabulación de que "y si nosotros ganáramos lo que ellos, y si hubiésemos aprendido con buenos maestros desde niños, y si, y si, y si..." fuese cierta... podríamos alguna vez soñar con salir de gira con cuatro mega-sinfonías? o no?

Me quedé pensando algunas cosas:
  • estará bueno participar de una gira que dure MESES?
  • el nivel de competencia que ha de haber en esos ámbitos debe ser tremendo!
  • estará bueno tocar en una orquesta así de buenísima (y de exigente!), o será como una hermosa jaula de oro?
Algo tengo claro: elegí ser músico y vivir las maravillas de esta profesión, habiendo nacido acá, con nuestra cultura (que incluye TODOS los problemas que ya sabemos).

Seguimos participando! (lo que no es poca cosa)

jueves, 22 de mayo de 2008

¿Escuchamos música en Buenos Aires?


Quienes escucharon mi programa de Radio Nacional, el miércoles pasado, escucharon mi inquietud ante una nota que escribió Daniel Varacalli Costas en la revista Cantabile que revela la poca cantidad de gente que escucha música clásica en una ciudad tan inmensa como Buenos Aires. El tema me movió a reflexiones diversas, una de ellas es la que escribí para el diario Perfil, que será publicada el domingo próximo. Aquí va, para que la pensemos juntos.

¿Escuchamos música en Buenos Aires?

La ciudad de Buenos Aires posee una de las carteleras más completas y atractivas de América Latina, con ofertas musicales de todo tipo. Pero es curioso, una ciudad con ocho millones de habitantes produce innumerables actividades de música clásica para un público que representa apenas el 0.25 % del total.

Y no es que los porteños no escuchemos música. Es notable la cantidad de gente que consume programas de radios de todo tipo y grabaciones en discos y videos ,o programas de televisión. Ponemos música en el auto, usamos reproductores en los medios de transporte público (fíjese, al viajar en subte, tren o colectivo la cantidad de gente que lleva puestos sus auriculares), y en nuestras casas y trabajos. No vamos a conciertos.

¿Podemos hablar de ventajas de la música en vivo frente a la envasada? Sin duda que sí.

La grabación nos permite comenzar y terminar la escucha en el momento que queremos, ajustar el volumen a nuestra comodidad, emitir opiniones sobre lo que escuchamos en tiempo real, hacer otra cosa mientras que suena. Y todo eso es lo que hacemos… mientras que no escuchamos música sino que manipulamos un fenómeno acústico para que sólo sea el telón de fondo que le de un toque cinematográfico a nuestra vida cotidiana.

Ir a un concierto implica disfrutar de la música en su aquí y ahora, y sobre todo escucharla (es decir, prestar atención a lo que oímos). La salida, más allá de su atractivo de “programa”, de la buena compañía que tengamos o no, o de lo que hagamos antes o después del concierto, nos compromete a saber que durante un tiempo estaremos ocupados nada más (¡y nada menos!) que de escuchar música.

miércoles, 14 de mayo de 2008

los Chiquitos de Perfil

Con la Capilla del Sol estuvimos en el Festival Misiones de Chiquitos, en Bolivia, hace una semana. Recién hoy puedo hacerme el tiempo de postear un par de fotos, y les transcribo a continuación una nota que escribí sobre este festival para el Diario Perfil, donde escribo desde hace quince días, un testimonio bastante elocuente de lo que vivimos.
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MÚSICA ANTIGUA EN TIERRA DE EVO

Todos hemos escuchado historias sobre las misiones jesuíticas en Argentina, Paraguay y Brasil, o estudiamos alguna vez la historia de unos pueblos fundados por sacerdotes donde vivían grupos de indígenas aislados de las ciudades españolas. Muchos conocemos, al menos por fotos, las ruinas de San Ignacio, en Misiones, o recordamos la película “La misión”, con sus errores históricos y su extrema belleza visual y musical. En síntesis: cuando alguien se refiere a las misiones jesuíticas, sabemos de qué se habla.

Lo que quizás no sepamos es que en Bolivia hubo otras misiones, similares en organización y modo de vida, que sufrieron la misma suerte que las de nuestro país, pero que en lugar de ser destruídas, quedaron enteras, albergando gran parte de su patrimonio artístico. Tampoco sabemos, posiblemente, que los templos fueron restaurados, igual que sus decorados, imágenes, muebles y partituras, y que podemos visitarlos y de pronto encontrar, en medio de la selva, el aparente desamparo y la lejanía, unos pueblos donde se mezcla nuestra cotidianeidad con el pasado que aparentemente existe sólo en los libros.

Y es en estos pueblos que cada dos años se repite algo increible, casi milagroso: aviones cargados de músicos e instrumentos llegan a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra para salir luego, desde ahí, en micros a los que quizás jamás subirían en sus países de orígen, y por caminos de impensable precariedad, hacia esos pueblos rurales de una belleza exótica, vistosísima y altamente convocante, para ofrecer conciertos de música antigua.

el domingo pasado, 4 de mayo, terminó la séptima edición del Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca “Misiones de Chiquitos”, un mega evento musical que en diez días ofreció 165 conciertos de cincuenta grupos provenientes de 21 países de América (incluyendo la Argentina) y Europa, en la ciudad de Santa Cruz y veintiún pueblos más o menos cercanos entre los que se destacan las antiguas misiones jesuíticas de Chiquitos y Moxos y las franciscanas de Guarayos. Sin dudas, el festival más grande de América del Sur, y para algunos el mayor del mundo.

De forma paralela a los conciertos se desarrolla una importante cantidad de eventos paralelos que incluyen exposiciones de partituras, instrumentos, textiles e indumentarias y fotográficas, presentación de libros, degustaciones de gastronomía local, venta y exposición de artesanías, presentaciones de conjuntos, ballets folklóricos y elencos teatrales. La región florece desde todo punto de vista en los diez días del festival, verdadero tiempo de fiesta.

Hay dos aspectos fundamentales que hacen que este festival sea único, más allá de la obviedad de lo exóticas y distantes que son sus sedes. Uno es el contacto de los músicos con un público que en algunos casos es prácticamente virgen en cuanto a música clásica, y otra la posibilidad de los viajeros de conocer una realidad musical que nos es casi desconocida: los coros y orquestas que se formaron en los últimos años en los pueblos misionales, para restaurar el vasto patrimonio musical que albergan los archivos de la región y para lograr un desarrollo artístico y cultural poco usual en la región (muchos lectores recordarán al Coro y Orquesta de San Ignacio de Moxos que ofreció conciertos en Buenos Aires en dos ocasiones).

Para quienes hacemos música, la idea de un público que jamás haya escuchado un instrumento musical es siempre atractiva. Volvemos a recordar la escena de “La Misión” en la que Jeremy Irons, representando a un jesuita, toca un oboe solo en la selva, lo que atrae a un buen número de indígenas embelesados por un instrumento, por una melodía que jamás hubieran imaginado. Sería ideal encontrar a alguien que recibiera así nuestro discurso de músicos, y sabemos que es imposible; sin embargo en algunos lugares como el pequeño pueblo de Samaipata este año se hizo el primer concierto de música clásica en colaboración con el Festival de Chiquitos, movilizando a la gente hasta las lágrimas. Lo que ese público sólo había podido ver en televisión o en un disco estaba de pronto vivo ante sus ojos y oídos: cantantes, violines, instrumentos de percusión, arpa y vihuela. Una experiencia única.

Pero no sólo ellos se emocionan. Cuando escuchamos a los coros y orquestas misionales nos damos cuenta de que estamos frente a un fenómeno acústico-espiritual totalmente diferente. Los niños y jóvenes de estos pueblos, que están hace algunos años estudiando música, han aprendido todo de otra manera, no competitiva, sin complejos ni grandes problemas. Tampoco han tenido con quien compararse, lo que es a la vez bueno y malo porque no tienen una meta concreta ni saben cómo imitar lo bueno. Son exitosos en sus giras y conciertos porque son niños y jóvenes de una raza diferente, acentuada con lo que ellos llaman “discriminación positiva”: trajes típicos que jamás usarían en la vida cotidiana, collares de semillas, peinados “salvajes”, aunque no suenen perfectos. Y son ellos, los que esta vez nos venden los espejitos de colores a cambio de lágrimas de emoción

Pero hay algo más que nos falta saber. Estos pueblos pertenecen a la región boliviana que más lucha por la autonomía, que más contra le hace al gobierno de Evo Morales (es increíble lo que se dice en los programas locales, la cantidad de publicidad y graffitis que hay por la calle en contra del presidente). En estos días en los que acá los medios nos hicieron creer que todo Bolivia estaba en llamas porque hubo algunos piquetes y enfrentamientos, allá hubo un festival magnífico, que nucleó a especialistas internacionales de altísimo nivel, incluyendo sin problemas a grupos de todas las regiones de Bolivia, para disfrutar de un patrimonio arquitectónico y musical único, donde las iglesias tienen ventanas bajas que las integran al paisaje y al pueblo, puertas abiertas y aberturas sin vidrios por las que entran pájaros e insectos que, sin interferir en los conciertos, dan un toque extrañamente natural a la música barroca.

Para entender el fenómeno de la música en las misiones.

Los jesuitas se instalaron en el oriente de Bolivia a fines del siglo XVII, fundando un grupo de misiones entre los indios Moxos y Chiquitos, según los modelos que ya funcionaban en tierras de Guaraníes. El resultado fue un experimento socio-religioso único, en el que se vivió una experiencia comunitaria sin precedentes que fue truncada de manera súbita en 1767 cuando el Rey de España expulsa a la orden jesuita de todos sus territorios. Los pueblos quedaron entonces en manos de administradores diversos (religiosos o civiles), y sufrieron los embates de líderes poco competentes.

Las regiones en las que se ubican estos pueblos fueron, de pronto, poco interesantes para un mundo que intentaba ver en lo industrial la única meta de desarrollo, y entonces quedaron olvidadas en el subdesarrollo del subdesarrollo. A principios del siglo XX, con el boom del caucho hubo un atisbo de crecimiento que no pasó más allá de la ilusión. Y todo quedó en una especie de extraño freezer cultural. A mediados del siglo XX se descubre que, entre otras cosas que se conservaron, algunas iglesias mantenían vivos (aunque agonizantes) sus conjuntos de voces e instrumentos, además de sus archivos de partituras. Los jesuitas habían habilitado a los indígenas a hacerse cargo de todas las tareas, lo que permitió la supervivencia del modelo vital que habían instaurado.

Gracias al trabajo de musicólogos, historiadores y especialistas, se comenzó a reconstruír el patrimonio musical de las misiones, lo que llevó a conciertos y grabaciones en diferentes lugares del mundo. En 1996 se hizo, en la región, el Primer Festival de Música Renacentista y Barroca “Misiones de Chiquitos”, que se repitió hasta ahora cada dos años, con un marcado crecimiento de intérpretes, público y sedes (ahora también se incluyó a las antiguas misiones franciscanas y pueblos aledaños a Santa Cruz de la Sierra). Estos festivales son organizados por la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), que también realiza importantes festivales de teatro.

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