viernes, 18 de marzo de 2016

Mesías y profeta

Durante el verano murió el director y pedagogo rosarino Cristián Hernández Larguía, un personaje fundamental en el desarrollo de la Música Antigua en la Argentina.

Fue pionero en la reconstrucción de estilos musicales preclásicos cuando en nuestro país había poco y nada al respecto, tal como dicen muchos motetes: “Vox clamantis in deserto: Parate viam Domini” (“una voz clama en el desierto, preparad los caminos del Señor”, palabras atribuídas a San Juan Bautista, el último profeta, en un texto evangélico que fue musicalizado innumerables veces). Profeta y Mesías, todo al mismo tiempo, abrió el camino y lo transitó hábilmente rodeado de quienes también a él le alisaron el propio.

Escribí para Revista Cantabile el obituario que copio a continuación, y lo publico recién ahora, cuando la revista ya está en la calle. Vaya desde aquí un recuerdo y homenaje póstumo a quien fuera uno de mis ídolos de la adolescencia (ese lejano señor que vivía en mi país, aunque lejos de mi casa, y que lograba materializar lo que para mí eran sólo sueños).





Cristián Hernández Larguía (1921 – 2016)

El 10 de febrero, en medio del inmenso receso musical de verano que nos tomamos los argentinos, murió Cristián Hernández Larguía, sin duda alguna el más reconocido director y pedagogo santafesino. Había creado y dirigido el Coro Estable de Rosario desde su fundación en 1946 (dirigió este coro durante 65 años!) y el Conjunto Pro Música de Rosario, fundado en 1962, con el que se presentó hasta fines del año pasado.

Con él murió el último artista de una generación que tras descubrir en su juventud que formarse como músico en una institución de la Argentina era casi imposible, supo que sólo podía contar con talento y condiciones naturales, además de eventuales clases con maestros locales o extranjeros; una generación que por sobre todas las cosas tenía entusiasmo y coraje. Músicos que con esos (¿pocos?) elementos arrancaron sus carreras, crearon las primeras instituciones de formación “oficial”, esas en las que aprendimos los que hoy somos miembros activos de la comunidad musical argentina, y arremetieron recorridos que muchas veces fueron titánicos, como el de Hernández Larguía. La lista de sus conciertos, grabaciones, clases y presentaciones es sumamente extensa, cuesta creerla.

Sin embargo, no sólo formó músicos profesionales en las universidades de Rosario y del Litoral, donde dio clases de Morfología Musical, Musicología, Acústica y Dirección Coral, sino que además generó entusiasmo en sus coreutas y en los miembros del Pro Música, pero por sobre todas las cosas, gestó, desarrolló y robusteció al público con innumerables conciertos y presentaciones en todo el país, y en importantes plazas del exterior. Abrió y allanó caminos, sobre todo para quienes se interesan en los estilos preclásicos, rompiendo el estúpido mito de que sólo triunfan los que viven en Buenos Aires (porque se dice que es ahí donde atiende Dios), llevó al mundo el nombre de la ciudad en la que nació y vivió siempre, desde 1985 en calidad de Ciudadano Ilustre.

Fue uno de los artistas argentinos con mayor cantidad de grabaciones comerciales editadas, que se escuchan con cierta frecuencia por radios de diversos sitios internacionales (especialmente aquellas de música antigua española y americana que son permanentemente citadas en artículos y estudios, por haber sido pioneras y creadoras de la imagen acústica actual del pasado ibérico), y uno de los poquísimos directores locales que han subido sus discos a plataformas de difusión de música en continuo como Spotify, last.fm o iTunes.


Algunos podemos criticarlo, especialmente porque su conjunto no supo (¿no quiso?) aggiornarse y ponerse a tono con las maneras más modernas de abordar la interpretación historicista desde el armado de los programas, la estética sonora (escuché al conjunto hace un año en Buenos Aires, y el producto acústico era igual que el de la década de 1980), o la valorización profesional de sus integrantes (que en su gran mayoría no cobraban cachet por los conciertos o giras). Sin embargo no se puede dejar de reconocer su inmenso aporte al medio musical argentino, que seguramente sería diferente si él no nos hubiera despertado interés por tantas obras que hace algunas décadas parecían imposibles de abordar. Celebremos su coraje, y sus ganas de compartirlo.

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