martes, 16 de octubre de 2012

Colores en el viento


Ayer tuve la alegría de participar de la inauguración del Centro Cultural Le Parc, un nuevo espacio que se inauguró en la provincia de Mendoza, Argentina, proyectado como una "incubadora de proyectos" (en un tiempo veremos qué se incubó, por ahora hay que esperar). 

El complejo toma el nombre del artista plástico Julio Le Parc, quien hizo una obra cinética ad hoc para ser emplazada en la sala. Y sinceramente me pareció un trabajo magnífico que me fascinó como la primera vez que ví sus obras cinéticas en la adolescencia. No sé (y verdaderamente no me importa) qué digan los opinólogos del arte, ni qué piensen los que creen que todo está pasado de moda y que "el arte cinético ya fue". Sólo puedo asegurar que es placentero entrar en ese espacio y ver cómo las luces se reflejan en los miles de cuadrados de acrílico que forman esa esfera colgante. Y me gustó más ver la obra cuando hay poca gente, y el espacio gigantesco está inmóvil excepto por los silenciosos trozos de color que se mueven en el aire. Creo que Mendoza necesitaba un espacio así. 

Les dejo un video de diez segundo, tomado con un celular. No es gran cosa desde lo visual, pero permite un acercamiento a la obra.

viernes, 12 de octubre de 2012

520 años de mestizaje euro-americano





Muchos de mis contactos de Facebook y Twitter se dedicaron hoy a citar gente que fantasea con el giro que hubiera tenido la historia americana si Colón no hubiese pisado estas tierras (y por supuesto que los que indagan en estos pensamientos imaginan una vida maravillosa, sencilla y llena de paz y felicidad). Pasé buena parte del día haciendo ejercicios de técnica con mi arpa, y pensaba que esa fantasía a la que acabo de hacer mención es similar a la que podría tener yo si pensara qué hubiera pasado si mi madre, en lugar de tener hijos con mi padre, los hubiera tenido con Jordi Savall... ¿Sería yo el equivalente masculino de Arianna Savall pero en las pampas? (QUÉ ESPANTO!!! Jajajaja).

Imaginar hoy a América sin la presencia europea es imposible. Sin embargo podemos vislumbrar qué queremos que ocurra con lo que tenemos (lo bueno y lo horrible). Imaginarme a mí con apellido Savall también es imposible (felizmente! me encanta ser quien soy!!!), y no toco el arpa buenísimo, ni tengo un mega instrumento, ni un apellido que me abra todas las puertas de la música antigua. Sin embargo he hecho bastante con mi arpita comprada de segunda mano y mi apellido poco glamoroso en ese ámbito. 

Desde mi estudio silencioso (sonora paradoja: toco el arpa y nadie, excepto yo, me escucha), sueño con hacer algo por mi tierra y mi continente al que quiero y conozco. Y sé que, de alguna manera, aunque ínfima, colaboro con su desarrollo desde lo cultural. Creo que es mejor que echar la culpa de todos los males a la conquista (que por supuesto, tuvo errores tremendos, pero eso excede este post). 

Saludos de primavera para todos.


martes, 9 de octubre de 2012

go into the arts...

Me llegó esto por mail. No dice ninguna novedad, ni nos cambiará la vida, aunque quizás nos ayude a pasarlo un poco mejor. Por lo menos pone, de un modo amable y atractivo, un pensamiento que siempre me da vueltas por la cabeza y me cuesta verbalizar. Vale la pena probar... ¿o no?




lunes, 1 de octubre de 2012

la magia que no fue mágica

Los ratoncitos parecían escapados del Tren de la Alegría (Aaaaah!!!)
El teatro Colón de Buenos Aires está presentando la ópera La Cenerentola. Escribí la crítica para Diario Perfil, que salió publicada ayer en la edición papel, pero que no está on line. La copio a continuación para quien quiera leerla. 

Es una nota corta, porque en el diario me dieron poco espacio (sólo 2500 caracteres con espacios). Se podría ahondar más en el tema, aunque por ahora me limito a lo enviado al diario.

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Cerca de la magia
El Teatro Colón presenta la ópera La Cenerentola
(mi crítica publicada en Diario Perfil, el 30 de septiembre de 2012)

RAMIRO ALBINO

Calificación: !!!

La Cenerentola, ossia la bontà in trionfo
Música de Gioacchino Rossini
Libreto de Giacopo Ferretti
Intérpretes vocales:
Serena Malfi (Angelina)
Kenneth Tarver (Don Ramiro)
Aris Argiris (Dandini)
Carlo Lepore (Don Magnífico)
Marisú Pavón (Clorinda)
Florencia Machado (Thisbe)
Carlos Esquivel (Alidoro)
Dirección Musical: Reinaldo Censabella
Puesta en escena: Sergio Renán
Escenografìa: Emilio Basaldúa
Vestuario: Gino Bogani
Diseño de Iluminación y Animación:Álvaro Luna
Temporada lírica del Teatro Colón. Función del 28 de septiembre

El Teatro Colón estrenó esta semana una nueva versión de La Cenerentola. El cuento de Perrault, convertido en libreto de ópera por Giacopo Ferretti, y musicalizado por Rossini.

El espectáculo, que reunió un nutrido elenco internacional y contó con importantes referentes nacionales de la escena y la estética, tuvo un resultado desparejo, desde lo visual, lo escénico y lo musical. Esto opacó la partitura, e imposibilitó lo que pudo haber sido una fiesta para el deleite visual y auditivo.

El elenco vocal tuvo serias desavenencias rítmicas con la orquesta (sobre todo en los momentos de conjunto, que parecían desarmarse), pero además hubo fallas técnicas generales entre la mayor parte de los personajes, que no pudieron hacer frente con altura a las coloraturas y detalles pedidos por Rossini. Aris Argiris (Dandini) y Carlo Lepore (Don Magnifico) fueron quienes tuvieron mejor desempeño general, mientras que en el otro extremo se encontró Kenneth Tarver, quien encarnó un príncipe que no logró convencer desde ningún punto de vista. La orquesta fue efectiva, pero no tuvo chispa para acompañar el libreto ni contrastes dinámicos.

La fórmula Renán-Bogani-Basaldúa (puesta en escena, vestuario y escenografía, respectivamente) era casi una apuesta a la perfección y la sutileza. Sin embargo, la falta de unidad y de concepción de cada tarea como un sistema estético autocontenido y coherente dentro del resultado general, impidió que se llegara al máximo deleite, porque siempre aparecía en escena un elemento que lo impedía. Tal fue el despliegue de elementos, de tecnología y de pretendido “glamour”, que se perdía la jerarquización de elementos y el espectador se perdía ante algo que por momentos llegó a lo grotesco. Incluso podríamos preguntarnos si todas las proyecciones que complementaban los elementos materiales eran necesarias, ya que algunas funcionaban con gran cohesión, mientras que otras eran golpes a la vista, sin razón aparente.

Sin duda lo que se buscó fue hacer una puesta mágica, y recuperar elementos del cuento infantil (es extraño, porque los abonos del Colón son siempre consumidos por adultos). Es posible que la idea se sostuviera si el discurso actoral de los cantantes fuera más convincente, y si la magia no pareciera un disfraz. Es difícil jugar con proyecciones en la ópera después de la Fura, es más difícil hacer magia con un cuento de hadas después de Disney.

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