domingo, 17 de agosto de 2008

El estreno, a doscientos años



Juan Pedro Esnaola, a la edad de componer la Misa a Cuatro Voces




En 1878, tras la muerte de Juan Pedro Esnaola, se publicó en “La Gaceta Musical” su obituario, donde aparece una mención a algunas de sus obras: “En 1824 una sinfonía de largo aliento y una Misa a tres voces. En 1825 una Misa de Requien para orquesta y otra para cuatro voces. En 1826 Una misa, una sinfonía y una cavatina para gran orquesta.”

El músico murió soltero y sin descendencia tras una vida quizás demasiado diversificada en la que no se dedicó de lleno al arte musical. Sus manuscritos se descuidaron, y hubo pérdidas, aunque también es posible que desapareciera parte de su trabajo aún mientras estaba vivo. Consideremos que entre tantas actividades que tuvo, es posible que no pusiera demasiado cuidado a sus manuscritos o trabajos.

En el último cuarto del siglo pasado se resucitó el repertorio pianístico y camaristico de Esnaola, además de su misa a tres voces. Hubo grabaciones, conciertos, y comentarios en la prensa. Esnaola tuvo una breve primavera que lo dejó esporádicamente presente en conciertos (sobre todo los de algunos pianistas argentinos que se presentan en el exterior y necesitan reivindicar su origen demostrando que también hubo un Romanticismo pampeano). Del repertorio sacro se habló poco, hubo conciertos y se grabó la misa a tres voces. La misa a cuatro se consideró perdida.

Para la misma época, en 1970 el musicólogo y director Juan Florentino La Moglie encontró una partitura manuscrita en el coro de la iglesia de la Sagrada Familia, en Banfield, Provincia de Buenos Aires. Se trataba de un cuadernillo con tapas color bordó y lomo de cuero donde se leía “Album de Música”. A la primera página en blanco, que planteaba obvias incógnitas acerca de su autor, copista o propietario, seguían 197 páginas de música que contenían los números de una misa a cuatro voces con orquesta.

La Moglie, como buen musicólogo, no dejó pasar por su lado ese manuscrito sin intentar descubrir su autor y su origen. Comenzó entonces una investigación cuyo fruto artístico podrá conocerse hoy a las 16.30 en la Catedral Metropolitana.

El hallazgo de la partitura movió, en primer lugar, a una curiosidad estilística y sonora. Se estudió entonces el estilo musical de esta misa, trabajo que se hizo junto al músico argentino Norberto Broggini, especializado en música antigua y residente en Ginebra. No había duda: el papel, la encuadernación y el estilo musical corroboraban que era una composición del primer cuarto del siglo XIX, lo difícil era identificar al autor. Se estudió entonces la caligrafía del copista, y se comenzó a analizar otras fuentes porteñas de la misma época.

La evidencia de la existencia de la misa a cuatro voces de Esnaola reapareció con la lectura de una carta que le enviara Picasarri a Montevideo en 1828. Mi mui Estimado Juan Pedro, recivi la tuya y esperaba ocasion para contestarte...solo te digo, qe. te remito la misa à quatro, la de à tres, la misa de Requiem, invitatorio, las tres lecciones y responso. Ponme a la disposicion de esa familia y manda a tu tio qe. te ama de veras.

Era difícil evitar la tentación de adjudicársela. ¿Quién otro pudo haber compuesto una misa a cuatro voces con orquesta para ser cantada en Buenos Aires en aquella época?. La prueba definitiva estuvo en un estudio caligráfico, al comparar este manuscrito con otros que no presentan dudas sobre su autor. Se descubrió entonces que la obra está copiada en vida del autor por “T.S.”, el copista de Esnaola. Se cierra con esto otro capítulo que nos permite seguir adelante en la construcción de nuestras raíces nacionales.

No sabemos si esta misa fue ejecutada en el momento de su composición. El estreno para nuestro tiempo tiene lugar hoy, quizás sea el estreno mundial, una experiencia sonora que no deberíamos dejar pasar.

¿Primer compositor nacional?

Juan Pedro Esnaola puede ser considerado el primer compositor de la historia independiente de Argentina. Nació en Buenos Aires hace doscientos años y tuvo una vida intensa, plena de actividades diversas: fue pianista, profesor de música (entre sus alumnos estaba Manuelita Rosas), funcionario público (Jefe del Departamento de Escuelas, Director de la Casa de la Moneda, juez de paz, director del Banco de la Provincia de Buenos Aires) y también prestamista y dueño de conventillos que le ofrecían una renta segura.

Se formó junto a su tío, José Antonio Picasarri, que era sacerdote y director de la música de la Catedral de Buenos Aires. Ambos apoyaban a la monarquía en un período en el que no era bueno profesar esas ideas, por lo que se exiliaron en Europa durante cuatro años. Esnaola, que era un niño, aprovechó a tomar clases en el conservatorio de París, y a viajar por España, Austria e Italia. Se dice que era un prodigio de la interpretación pianísitica, pero además componía.

En 1822 regresó a Buenos Aires y fundó con su tío una Escuela de Música y Canto, aunque no desarrolló una carrera de músico profesional. Se quedó aquí hasta su muerte, en 1878

Compuso música sacra, obras sinfónicas, y como buen músico del Romanticismo, su producción incluye piezas para piano y canciones. A mediados del siglo pasado reconstruyó el Himno Nacional Argentino (la música original de Blas Parera estaba perdida), recordando lo que había escuchado en su juventud. En 1860 hace una nueva versión, que es la reconocida como oficial desde 1928.

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