viernes, 26 de noviembre de 2010

Llegamos! (parte 17 del Relato del Camino)

Posteo hoy el relato final de mi Camino de Santiago. Tras más de un mes de caminata llegué a la catedral compostelana el 4 de junio del año pasado. He ido publicando aquí una edición de los mails que mandé a mis seres queridos. Son interesantes y divertidos, a aquellos que no leyeron los anteriores, los invito a que se tomen un tiempo y den una mirada (en la columna derecha del blog hay un apartado donde se ven las diferentes secciones, y ahí hay un link directo a estos relatos). Queda uno más, la crónica de mi primera impresión al llegar a Madrid. Vendrá pronto, lo prometo.

último día, peregrinos a toda velocidad, ansiosos por los caminos de Galicia


Queridos míos:

Llegué a Santiago. Llegamos todos, de alguna manera, ustedes como testigos y yo como protagonista de esta magnífica y finalmente breve locura. No sé cómo contarles lo que siento. Es una mezcla de sensaciones placentera y al mismo tiempo algo amarga, como en la poesía de Machado que aprendíamos en el colegio:

"En el corazón tenía la espina de una pasión,
Logré arrancármela un día, ya no siento el corazón"

La diferencia es que yo sí siento el corazón, incendiado y a mil por hora.

Estos días fueron diferentes, mi amigo Santiago trajo aires nuevos al camino, y más y mejores risas. Por otra parte, ya durante las etapas finales se notaba otro clima; y definitivamente el último día fue algo así como la sensación del fin de curso, todo más relajado y amable. Por otra parte, estando tan entrenado, no me costó nada hacer el final del camino, mis pies podían andar a toda velocidad casi sin cansarme, tenía muy bien calculadas las distancias, había adquirido ritmos y horarios que me eran cómodos, y la mochila pareció haberse alivianado.

Sin embargo, junto a la alegría de llegar, estaba la tristeza de terminar, como en esos pocos sueños en los que uno se da cuenta de que va a despertarse y pretende, en vano, no hacerlo. Pensé mucho en estos días en la analogía de los viajes con los sueños (no en el sentido del deseo, sino en el sentido de aquello que recordamos al despertar). El tema es largo y no tengo en este momento cómo
escribirlo, pero en síntesis pensaba que en realidad el despertar está en la esencia del soñar. Si no despertáramos del sueño, no estaríamos soñando, sino delirando. Y ahora que llegué fue como que desperté de pronto. Es como que de pronto comencé a recordar bien quién soy y de dónde vengo

Y de pronto estábamos en Santiago y nos reencontrábamos por la calle con peregrinos diversos con los que alguna vez charlamos o compartimos momentos.

Tras 34 noches de bolsa de dormir, de albergues y de gentes alrededor, dormí en un hotel, cuyas tres estrellas fueron para mí más que toda una galaxia. Qué alegría dormir en una cama (no en una litera), y tener un baño privado, con bañera, con toallas blancas y mullidas. No se lo pueden imaginar.

Hoy a mediodía fuimos a la misa de los peregrinos. Me emocionó que, cuando leyeron la lista de peregrinos en la que nombraban a medio planeta dijeran "desde Saint Jean Pied de Port UN argentino". ¡Ese era yo, y ahí estábamos todos nosotros!. Como regalo final, tras una misa de cierta solemnidad y ceremoniosidad, bajaron el botafumeiro (ese turíbulo inmenso que cuelga en medio del crucero de la catedral compostelana), lo cargaron de incienso y fuego, y lo izaron y mecieron. Es algo entre brutal y artístico lo que hacen los ocho empleados de la catedral que tiran de las sogas para que el artefacto de plata llegue casi a los techos tirando humo blanco. Y mientras la nube se elevaba e inundaba todo el espacio, el órgano de la catedral, con toda la trompetería, y un súbito acople de registro de 32 pies, tocaba a pleno ante las miradas atónitas que se mecían de un lado a otro, siguiendo incrédulas el espectáculo de la liturgia y sintiendo en su corazón la alegría del final y en su pecho, fuerte, la vibración de la música.


Tardaré algún tiempo en capitalizar la enorme riqueza que me deja el camino, pero no tardo nada en saberme rebozante de nuevos bienes, y por lo tanto muy feliz. Quiero agradecerles a todos, y en conjunto, por la permanente compañía que me han hecho desde sus mails que he leído con alegría y emoción a cada paso, y que he recordado en aquellas enormes mañanas de caminata solitaria al lado del sol. No se imaginan el bien que me han hecho, y lo que he reflexionado en cada una de sus líneas. Ya volveré a escribirles.

Llueve en Santiago y me preparo para irme esta noche a Madrid. De ahí volveré a Buenos Aires el domingo por la noche, totalmente renovado. Y es cierto que el que vuelva será otro, pero no todo es culpa mía ni de Santiago, sino esencialmente de Heráclito.

Los abrazo a todos. Cada uno sabe bien cuánto los quiero.

Hasta pronto

Ramiro, el que fue peregrino a Santiago

Con Ubaldo (español) y Santiago (viejo amigo argentino). Al llegar a Santiago, la mujer de Ubaldo nos llevó en su auto hasta Finisterre, un epílogo magnífico a semejante viaje.

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