viernes, 30 de mayo de 2008

¿Para quién canto yo entonces?

Ayer, jueves, fui a escuchar al coro Lagun Onak interpretando el oratorio Judas Macabeo, de Handel. Escribí una crítica para Perfil, pero me dijeron que hay poco espacio, por lo que tuve que cortarla. El concierto me hizo pensar mucho, les posteo uno de los fragmentos que no van a publicar. Ojalá lo lea algún músico!!!!!
Aquí va:
Conciertos como el del jueves nos plantean serios interrogantes sobre los músicos, sus intenciones y roles en la difusión (o no) de un repertorio.

La escena era más o menos así: el coro (que dominaba la escena desde lo visual y desde su sonido) transmitía un entusiasmo ingenuo pero al mismo tiempo emocionante, los solistas cumplían sus roles correctamente y con poca dosis de entrega, muchos miembros de la orquesta parecían pensar más en el frío que tendrían al volver a sus casas que en lo que estaban haciendo, y en medio de todo eso el director hacía un esfuerzo inmenso para lograr una sinergia que fue casi imposible. En todos falló la continuidad, excepto en Russo y algunos integrantes del coro, que fueron los únicos que estuvieron todo el tiempo totalmente concentrados en la obra, desde la dirección o siguiendo con atención la partitura.

Y el público recibe todo esto desde el sonido y desde las actitudes visibles. Un cellista masticaba chicle sin preocupaciones mientras su compañero solista se desgañitaba por cumplir su parte, las solistas vocales empinaban sus botellas de agua mineral para tomar del pico (eso sí: sus vestidos eran de gala), algunos miembros del coro aprovechaban las arias para buscar en la platea a sus amigos o familiares, los vientos ingresan en la mitad de un acto para tocar su parte (¿es tan agotador estar en el escenario desde el principio, aún cuando no hay que tocar?).

Se plantean entonces varias cosas. ¿Para qué o quién tocan o cantan los músicos?; ¿podemos decir que un músico es “profesional” sólo por cobrar un cachet?. Es posible que para muchos instrumentistas, tocar en una orquesta de ocasión sea sólo una changa que aumente sus ingresos mensuales, y que para algunos cantantes el escenario sea la única posibilidad de tener un momento de glamour en el entorno de una vida gris. Habría que preguntarse entonces cuánto hay de arte en todo esto.

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