martes, 19 de marzo de 2013

artesanías para escuchar



Facebook, que se ha convertido para mí en una utilísima agenda de efemérides y celebraciones que de otro modo pasarían inadvertidas, me recuerda hoy a través de los posteos de mis contactos que es el DÍA DEL ARTESANO. La explicación es que hoy, 19 de marzo, es la fiesta de San José, y que se lo recuerda como carpintero ejemplar, lo que revaloriza su trabajo en el taller, extendiéndose la celebración a todos aquellos que desde su trabajo crean piezas únicas. 

Recordé entonces la nota que posteo a continuación, escrita hace algunos años para Revista Sinfónica (Montevideo), y retocada ahora para este espacio. Me alegra compartirla hoy con ustedes.

¡Feliz día, especialmente a todos los colegas de la artesanía musical! 

Artesanías para escuchar

"No consideramos que la belleza (lo agradable) de la música no está en la uniformidad, sino en la diversidad. (...) Si todos los músicos tocaran con la misma eficacia y gusto, perderíamos la mayor parte del placer de la música, por la falta de esa agradable variedad".

Johann Joachim Quantz
(compositor y flautista alemán, 1697 – 1773)

Es común, a la salida de un concierto, que la gente haga un supuesto alarde de "buen gusto", refinamiento o erudición diciendo frases tan amplias y al mismo tiempo tan vacías como - ¡Qué artista!. Tienen razón. Nadie duda que Martha Argerich es una artista, lo mismo que Cecilia Bartoli, James Levine, Anne Sophie Mutter o John Eliot Gardiner. Esto es muy lógico, ya que la formación musical se recibe en talleres, facultades o institutos "de arte", y se supone entonces que quien se forma en ellas deviene en "artista". (también hay otras muchas influencias en esta denominación: usos sociales, presencia de los medios masivos, etc.).

Lo que quizás no sepamos es que esta denominación no existía en el largo período que va del Renacimiento al Barroco, al menos con el significado que le damos hoy en día. Si conociéramos los comentarios de los burgueses o nobles que asistían a conciertos en el siglo XVII o XVIII seguramente se referirían a muchas cosas, pero no a este "arte".

Estas ideas, en gran parte, son heredadas del Romanticismo: la imagen del artista como ser especial, un hombre que fue tocado con una ignota varita mágica que lo hace distinto, y por eso se le debe aguantar todo cuanto haga. La sociedad, en nombre del "arte", demuestra una tolerancia absoluta con los pedidos y actitudes de sus artistas, aunque sean ridículos.

Y ocurre que hasta lo que hoy llamamos Clasicismo las cosas eran muy diferentes. En aquel momento ni el intérprete ni el compositor eran considerados artistas, sino simplemente "músicos" (igual que el pintor o el escultor, que eran considerados "pintor" y "escultor" pero no "artistas"), y es que el concepto de "arte" era otro. El arte no era esa cosa intangible, innata y digna de alabanza que hoy se admira y se persigue, sino sólo un sistema de reglas que surgen de la experiencia y que voluntariamente pueden perfeccionarse para llegar a un fin que evite lo azaroso. Entonces, por ejemplo, un sombrerero seguía un "arte de hacer sombreros", donde nada estaba fuera de su control, y lo mismo un panadero, un sastre, un ebanista, o un músico.

Es claro que había músicos famosos, que algunos compositores o intérpretes eran reconocidos por su excelencia en el momento de escribir, tocar o cantar, pero la gran mayoría de los que llenaban las orquestas, cantaban en la iglesia o encarnaban papeles en óperas eran nada más (¡y nada menos!) que músicos, y no "Artistas", es decir artesanos que trabajaban con la música, y para eso habían recorrido un camino largo de técnica, de entrenamiento y de aprendizaje que le permitía ocupar su lugar de trabajo. El músico, con sus instrumentos o su voz (tomada como instrumento) manejaba uno de los materiales menos comprensibles: el sonido. Y aquí está el nudo de este asunto: quien hacía eso no era un artista (según el sentido actual del término) sino un manipulador del sonido. De manera automática, desde el instante, en el que comprendemos la idea rectora del hacer música durante la Edad Media, el Renacimiento o el Barroco, cambia para nosotros la idea de estos estilos en sí mismos, de su praxis y su escucha.

Si tenemos clara esta idea comprenderemos por qué la técnica de interpretación puede ser tan diversa, y dejaremos de tener a los instrumentos antiguos por "imperfectos", comenzando a considerarlos "abiertos" a lo que uno quiera hacer con ellos, mientras que sus pares modernos no aceptan más que una sola, o unas pocas, maneras de tocar que se estandarizaron durante el Clasicismo y se encorsetaron en el Romanticismo, hasta que en el siglo XX, poco a poco, se retomaron viejas libertades, pero eso ya es otro tema.

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