El templo de la reducción de Concepción, en Chiquitos, Bolivia |
Continúo posteando fragmentos de lo que será mi nuevo libro,
dedicado a la Música Colonial Latinoamericana. Esta vez el texto es de mi autoría, y forma
parte del capítulo sobre la música en las reducciones jesuíticas, pero al
extraerlo me dí cuenta que funciona como breve párrafo autónomo. Aquí va:
En el contexto estético-artístico impuesto e imperante en la
vida reduccional, el magnífico templo y su emplazamiento eran no era sólo un
espacio escenográfico en el que se rezaba y proclamaba la palabra divina, donde
luces y colores estaban estudiados según un programa retórico que servía de
brújula a la imaginación de los indios para guiarlos a otra realidad, sino que
el edificio y sus objetos predicaban la fe, y a través de su magnificencia se
garantizaba a esos nuevos cristianos de piedad sensible y educada en la
belleza, que el Dios de los misioneros era grande y que así sería el gozo de la
Vida Eterna. Es por esto que ser músico era una dignidad, porque ese oficio
permitía pasar más tiempo en la iglesia, en contacto tangible con el mundo
divino. Se explica así también por qué tantos padres deseaban que sus hijos
accedieran al servicio musical en las capillas de los pueblos y por qué los
misioneros querían tanto a sus músicos a los que a veces consideraban “mejores”
que el resto.
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El libro aún no está listo, espero terminarlo en un mes, y publicarlo en el mes de septiembre. Ya habrá novedades!
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