Estoy escribiendo un libro sobre música colonial americana
(que espero terminar en un mes), y eso me lleva a lecturas, reflexiones e ideas
que permanentemente van y vienen desde el diálogo con colegas, la elucubración
sobre artículos leídos o la sorpresa de encontrar, donde menos lo creo, inspiración
o argumentos.
Y encuentro tantas cosas con peso conceptual, y a la vez tan
bien escritas, que decidí comenzar hoy una serie de citas de lo que leo, porque
me gustan, porque ayudan a pensar, y porque sé que hay quienes disfrutarán de
conocer nuevos autores.
Comienzo hoy con un fragmento del artículo “La lumbre de la
zarza, un arte entre ascética y mística”, de Alfonso Alfaro, en el que en pocas
(y hermosas) palabras se refiere al mundo del barroco. Que lo disfruten!
"Entre los siglos XVI y XVIII floreció, por primera vez en la
historia, un sistema de signos que apelaba a cada uno de los sentidos y que era
capaz de entrar en contacto con todas las civilizaciones. Paradójicamente, fue
también el último de los lenguajes occidentales que logró ser verdaderamente
transversal: sus voces polisémicas eran accesibles al mismo tiempo a los
diversos estratos de una sociedad, podían ser escuchadas por los sabios y los
sencillos, los señores y los esclavos, los habitantes de las metrópolis y los
indígenas de los más alejados puestos de misión.
Su vertiginoso refinamiento conceptual tenía como
contrapartida una exuberante intensidad emotiva: apelaba simultáneamente a la
razón analítica y a la emoción visceral. Estimulaba los goces de los sentidos,
pero hacía continua referencia a la necesidad de dominarlos, y alentaba a
utilizarlos como instrumentos de evocación, como peldaños para experiencias
mucho más altas.
Sus formas prolijas, que intentaban representar todas las
realidades perceptibles e imaginables, asumir todos los elementos del universo,
eran sólo un vehículo para pasar de lo visible a lo invisible, de las criaturas
al creador…"
Alfonso Alfaro
La lumbre de la zarza, un arte entre ascética y mística
Artes de México Nro. 70 (2004), pág 63
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