El programa en la sala, minutos antes del estreno (foto de César Castro) |
El Teatro Colón de Buenos Aires presenta esta semana la
ópera Giulio Cesare in Egitto, de Georg Friedrich Handel, y nuevamente tuve el privilegio
de que me convocaran para hacer las notas de programa sobre la ópera.
Pensando que muchos lectores del blog no irán al teatro (por
obvias razones de distancia), y que otros tantos podrán acceder a la transmisión
radial, comparto a continuación el texto completo del comentario, esperando que
su lectura sirva para disfrutar más de esta ópera. Lo hago con el título original (Giulio Cesare y el éxito eterno), que como ven en la imagen, fue levemente editado por los responsables del programa.
Giulio Cesare y el éxito eterno
Estamos frente a la más famosa de las óperas de Handel, la
que más se representa en el mundo, llena de arias exitosas que se graban en antologías
o se cantan en recitales porque garantizan no sólo la satisfacción sino también
la fascinación de quien las escucha. ¿Es exitosa por la fascinación que genera
el mundo egipcio y las figuras emblemáticas de Cleopatra y Julio César?, ¿Qué
es lo que nos llama la atención: lo exótico de la temática, lo distante en el
tiempo, o es la música en sí misma que nos seduce y encanta?
….........................
Tras un fructífero período de aprendizaje italiano, que se
vio coronado con el gran triunfo obtenido con Agrippina, en Venecia (1709), el
joven Handel viajó a Londres pretendiendo establecerse como compositor de
óperas en estilo italiano. Como carta de presentación ofreció su ópera Rinaldo
(1711), y gracias a ese trabajo que contaba con efectos especiales, música
exquisita y un libreto literalmente mágico, conquistó al público inglés,
estableciéndose definitivamente en aquella sociedad donde logró fama,
inmejorables encargos de trabajo y reconocimiento.
Cuando finalmente la ópera seria se puso de moda en toda
Europa, excepto en Francia, que insistía en defender una estética propia, se fundó
en Londres la Royal Academy of Music (1719) para promover la ópera italiana en
Londres, ciudad en la que la cantidad de operómanos crecía de modo inusitado.
Cinco años más tarde, y en ese marco, Handel escribió Giulio Cesare in Egitto,
un título que resultaba una garantía, porque tenía personajes legendarios que
el público inglés ya conocía por el teatro y la literatura, que además eran
situados en un marco de exotismo que llamaba a la curiosidad. La acción de esta
ópera tiene lugar en Alejandría, en el año 48 antes de Cristo, y está basada en
crónicas que escribió el historiador griego Plutarco, aunque libremente
intervenidas desde la ficción.
El libreto estuvo a cargo del escritor, músico (era cellista)
y empresario teatral Nicola Francesco Haym, quien modificó un libreto preexistente
escrito en Venecia unos cincuenta años antes por el cremonés Giacomo Francesco
Bussani, y que había servido para diversas óperas italianas sobre el tema.
Handel mismo participó de la adaptación del texto, pensando específicamente en
lo que cada integrante del elenco vocal pudiese brindar, buscando también desarrollar
cuanto fuese posible las escenas con personajes secundarios, y tratando de
aprovechar al máximo las situaciones escénicas de cada sección de la ópera.
Gran parte del éxito del estreno se debió al excepcional
elenco que eligió Handel para esta ópera, mayormente conformado por italianos.
El rol de Julio César fue cantado por Francesco Bernardi, el castrado italiano
conocido como Senesino (nombre que recibía por haber nacido en Siena), que
tenía las condiciones físicas ideales para encarnar a un líder casi
suprahumano: una estatuta desmesurada, fruto del desequilibrio hormonal que le
causó la castración, y cualidades vocales óptimas que le permitían cantar
“allegros de fuego”, como se dijo en su época. Junto a él, en el rol de la
bella, seductora e inteligente Cleopatra, cantó Francesca Cuzzoni, “La
Parmigiana”, la soprano a la que llamaban Voce d'angelo, famosa por su buen
gusto al ornamentar las melodías, y que tras su debut londinense que había tenido
lugar un año antes en la ópera Ottone, también de Handel, estaba en la cima de
su carrera. También integraron el elenco las voces de Margherita Durastanti
cantando el rol de Sesto (travestida) una soprano muy famosa por sus dotes
actorales que hizo varios papeles masculinos en grandes óperas y que además
había sido una de las sopranos preferidas de Handel mientras estuvo en Italia
(ella encarnó a Agrippina en su estreno). El elenco se completó con el castrado
Gaetano Berenstadt en el rol de Ptolomeo (ese mismo año Berenstadt dejaría
Inglaterra para seguir su carrera en Italia), el bajo Giuseppe Maria Boschi,
que también había cantado con Handel desde sus tiempos italianos, esta vez
cantando la parte de Achilla, y la contralto ítalo-inglesa Anastasia Robinson
en el dramático rol de Cornelia.
Handel escribió cada una de las arias pensando
específicamente en las posibilidades vocales, artísticas y dramáticas de cada
cantante, e incluso, cuando hizo cambios en el elenco (el conjunto del estreno
no fue el que pensó originalmente), también modificó la partitura. Y para ese
extraordinario conjunto de estrellas del canto escribió una ópera sumamente
meticulosa en la que nada estaba fuera de control, con tonalidades y tiempos
hechos a medida para cada cantante, teniendo en cuenta además el carácter de la
acción dramática. Tras tanta atención a los detalles, era previsible que las
funciones fuesen exitosas. Y así fue durante trece días consecutivos, a los que
se agrearon diez funciones más al año siguiente.
El público se fascinó con algunas arias (como ya se dijo;
muchas de ellas siguen siendo favoritas, y aparecen en recitales, galas líricas
o discos que recopilan música favorita), y fue por eso que el mismo año del
estreno, se recopiló una serie de arias o “canciones favoritas” en el
cancionero "A Pocket Companion for Gentlemen and Ladies", pensado
para que los aficionados pudieran revivir sus momentos preferidos de la ópera
en sus casas cantando o tocando flauta o clave. Años después, al mismo tiempo
que la ópera volvió a repetirse en Londres (1730) se publicaron algunas arias,
también dirigidas a músicos amateur, en el libro "The Modern
Musick-Master". Handel volvió a representar la ópera dos años más tarde,
en 1732. Cada una de las repeticiones implicó revisiones del trabajo, porque el
prolijo Handel pensaba siempre en un cantante puntual para cada obra,
escribiendo la música de acuerdo a sus posibilidades.
Lo interesante de esta ópera, a diferencia de muchas otras
del período Barroco, es que siempre estuvo presente en la escena musical: la obertura
fue publicada en transcripción para clave solo, la misma obertura se tocó como
pieza de concierto, y a lo largo del siglo XVIII hubo cantantes ingleses que
eligieron fragmentos para cantar en recitales. En 1787, el músico y estudioso
Samuel Arnold hizo una nueva puesta de Giulio Cesare en forma de pasticcio,
sumándole fragmentos de otras composiciones, y 1789 se publicó una nueva
recopilación de arias bajo el título “Handel's songs selected from his most
celebrated operas”, que por supuesto incluía arias de Giulio Cesare y Cleopatra.
También hubo representaciones de la ópera en Francia (1724) y Alemania (1725,
1726, 1727 y anualmente de 1733 a 1737).
En el siglo XIX se la hizo sólo una vez, en Roma, en 1821 y
fue en ese mismo siglo que se publicó la partitura completa, editada por Friedrich
Chrysander en 1875, a la que siguió una publicación en lengua alemana en la que
se recopilaban arias de ópera y oratorio, incluyendo algunas de Giulio Cesare.
También hubo fragmentos de esta ópera en un libro de arias publicado en 1880.
Desde un nuevo interés en la música del pasado, y con la
idea de música antigua que se tenía en el primer cuarto del siglo pasado, el historiador
del arte y director del Festival Internacional Handel de Göttingen, Oskar
Hagan, quien ya había escenificado otras óperas de Handel (Rodelinda en 1920 y
Ottone en 1921), se fascinó con la temática de una ópera ambientada en Egipto y
la exhumó en 1922 proponiendo una versión según los criterios estéticos que
estaban en boga en Alemania en aquellos años. Su versión, sumamente exitosa, se
ofreció en diferentes ciudades y países durante cinco años, y llegó a la
increíble cantidad de 220 representaciones. Pocos años después fue estrenada en
los Estados Unidos y hubo nuevas puestas en Inglaterra. El título ya estaba
nuevamente instalado en el repertorio operístico, y de ahí en más apareció
programada en algunos de los más importantes teatros y festivales de ópera del
mundo.
Tras conocer el periplo de esta ópera, y su feliz historia
de representaciones, podemos volver a preguntarnos dónde está el secreto de su
inmortalidad. En primer lugar lo encontramos en la música magistralmente
escrita y cuidada, pero además en la construcción y desarrollo de cada uno de
los personajes, logrado desde la simbiosis perfecta de libreto y música,
haciéndolos creíbles, fascinantes y legendarios, pero mostrándolos siempre tan
humanos y palpables como para que nos identifiquemos con sus emociones.
Si usted está leyendo este texto es porque felizmente puede
acercarse a esta ópera en vivo, sin que medie ninguna descripción, narración o tecnología
entre usted y la música.¡Disfrútela, emociónese!
Ramiro Albino
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