sábado, 5 de diciembre de 2009

de sueños y soñadores (parte 11 del relato del Camino)

Hoy posteo un texto que escribí desde Astorga. Tras dejar el horrible pueblo de San Martín del Camino, esta ciudad me pareció un paraíso, desde todo punto de vista. Nuevamente me encontré con el paisaje urbano, y con un sitio con personalidad real, gente amable y posibilidades diversas. Disfruten el relato.


Hoy les escribo desde Astorga. Una ciudad hermosísima (cualquier cosa es mejor que el poblacho donde estuve ayer), con una catedral gótico-renacentista-barroca que es espectacular, con museos hermosos, con un palacio neogótico de Gaudí, con un albergue buenísimo en el que dormiré esta noche y con una pizzería donde acabo de comer (hace como un mes que no comía algo tan sencillo y delicioso, no saben la felicidad!).

La ciudad alberga tesoros. El museo catedralicio no se puede creer; hay pinturas, esculturas, y sobre todo magníficas piezas de orfebrería y mobiliario (armarios taraceados, Cristos de marfil o coral en cruces de oro que se apoyan en burbujas de cristal de roca, cruces procesionales repletas de pedrería, cálices románicos....), en fin, un deleite, al menos para mí.

Cuando comencé a comentar a amigos y familares acerca de mis ganas de hacer el Camino de Santiago me sorprendió que muchos me dijeran que ese era "el sueño de sus vidas", pero que no podrían realizarlo por causas diversas. En varios casos, tras la confesión de la frustración, varios me comentaron que les parecía "admirable" que yo pudiera hacer lo que estoy haciendo.

Esto ha dado muchas vueltas en mi cabeza en estos días, en parte porque al principio no lo entendía, y luego porque una vez que pude comprenderlo, me cuesta creerlo.

¿CÓMO ES POSIBLE QUE NOS ADMIREMOS DE QUIEN HACE SIMPLEMENTE LO QUE QUIERE? Admirable es quien hace lo que no quiere, y sin embargo se lo aguanta (por lo que sea) y sigue haciéndolo, pese al dolor, la frustración y la incomodidad que resulta no seguir nuestras pasiones o pulsiones.

También pensé mucho en lo que me costó decidirme (tampoco crean que fue tan fácil). Sabía que quería hacer esto, y que ahora era EL momento (por la edad, por mi situación laboral-familiar-social, porque tenía la plata y la salud como para embarcarme en esto, etc.), sin embargo no me animaba porque me parecía una locura dejar todo (¿todo qué?) por un mes y medio. Me atreví finalmente, junté coraje para despedirme de mi mundito de nimiedades por cincuenta días, y gracias a la ayuda de algunos amigos que me empujaron a la decisión final, compré el pasaje, y comencé la aventura desde ese mismo momento (si es que esto es una aventura..., creo que no).


La fachada principal de la Catedral de Astorga

Finalmente busqué en estos días una manera de comentarlo con todos ustedes. Y esta mañana, tras días de cavilación, se me ocurrió el siguiente gráfico.

Cada cruz es uno de los meses de mi vida (en realidad faltan 8, para se exactos), y en medio hay una más grande y coloreada, que es este mes que dedico a un sueño esperado. Mírenlo y vean la NADA de tiempo que es un mes en nuestra vida.

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Y lo bueno es que ese mes, sólo ese mes, puede ayudarnos a vivir mejor (aunque felizmente no nos transformemos en nada más que en nosotros mismos).


El palacio arzobispal, obra de Gaudí


¡Amigos!, ¡cómo no animarnos entonces a dedicar un tiempito para concretar deseos, anhelos y fantasías!!!. Imagínense si durante un mes trabajáramos todos los días cuatro horas en un proyecto, o si durante ese tiempo dedicáramos un par de horas a leer sobre ese tema que hemos postergado durante años, o (lo que es mejor, definitivamente), si dedicamos el mes COMPLETO a hacer-seguir-desarrollar-estudiar-concretar nuestro sueño. Seríamos todos más felices: los que dejaran de ser soñadores para ser REALIZADORES y los que los rodeamos, al verlos tan bien.

Para ir cerrando les transcribo un fragmento de un mail que me mandó una amiga, en respuesta a uno de estos multi-correos (ya que ustedes reenvían, voy a empezar a copiarme). Léanlo, coincido plenamente:

Me quedé pensando mucho en uno de tus mensajes anteriores en el que contás el que la gente te pregunta si cambiaste. Y coincido con vos, qué difícil es saberlo uno mismo (...). Creo que los verdaderos cambios se producen sin que nosotros casi los notemos porque somos algo así como imágenes en movimiento permanente. Estamos tan acostumbrados a la espectacularidad y el egocentrismo que creemos que cambiar es algo así como teñirse el pelo. Esas pueden ser decisiones pero no cambios. El alma respeta otros tiempos. En eso la vida se parece bastante a la pintura; cuando los cambios son profundos no se ven inmediatamente sino después de algún tiempo, e integrados siempre a un proceso. Obviamente que algo de lo que estas viviendo provocara una transformación, y también nosotros seremos distintos a tu regreso.



Una imagen de la Virgen, del museo catedralicio de Astorga


Hoy ví muchas vírgenes románicas en diversos museos (y estos días previos también miré otras tantas), y todas coinciden en la SONRISA que se contagia siempre que las mirás.

Luego vinieron las vírgenes gótico-renacentistas que se humanizaron más y más, y después las barrocas con su carga sensual y sus piernas sugeridas tras la voluptuosidad de sus vestidos. Y finalmente llegaron las clásico-románticas, con sus caras de piedad triste, con sus cejas levantadas, caras sin color y frialdad distante. De esas no hemos podido salir, hasta hoy. ¡Qué pena haber sido hijos de esa fe frustrante que hasta a María le dejó cara de culpa!

Los dejo ahora, con la sonrisa que me dura y con la esperanza de poder transmitírselas.

Hasta pronto

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