Una cena, con Gay Talese después de ir al Colón, el año pasado.
Hace unos días fui invitado por mi amigo Santiago González Riga (
Chanti) a dar con él un curso de formación para docentes sobre temas relativos a la imagen en la educación, en el Instituto Rodeo del Medio (Rodeo del Medio, prov. de Mendoza). Nos centramos en la idea de enseñar a los alumnos a
leer imágenes (para aquellos que me relacionan sólo con el medio musical, les recuerdo o informo que mi primera formación universitaria fue en Comunicación Visual), pero además les hablamos a los docentes de la circulación de la imagen en la escuela y el ruido visual que ésta acarrea, y de
LA IMAGEN DEL DOCENTE, de la figura del maestro o profesor como
ESTAMPA VIVA (muchos se quedaron perplejos ante la toma de conciencia de la mirada de los alumnos sobre ellos, de la exigencia que ésto implica, etc.).
Al volver a mi casa recordé una charla sobre la vestimenta que tuve el año pasado con Gay Talese (si no saben quién es,
click aquí), a quien tuve el honor y el orgullo de conocer por una nota que escribí para el Buenos Aires Herald (larga historia que sería motivo de otro post).
Caminando por Buenos Aires, volviendo de cenar, tras cuatro encuentros diarios con él, me llamó la atención verlo siempre tan formalmente vestido. Fuimos juntos a varias funciones en el Teatro Colón, de las que estaba ofreciendo Barenboim de las Sinfonías de Beethoven, pero también nos juntábamos a tomar un aperitivo, o a almorzar o cenar... y siempre la misma formalidad en la ropa (y siempre cambiaba de trajes, corbatas o camisas). Le pregunté entonces el por qué de su
look.
Y me respondió con seguridad, que nos vestimos elegantes para ir a fiestas, para casamientos, para velorios, para recibir premios, etc, que nos ponemos buena ropa para aparentar, para seducir a alguien, para quedar bien, pero cerró la enumeración diciéndome:
"I dress up for MY story" (Me atavío para MI historia).
Parece ser que me quedé muy perplejo mirándolo, porque necesitó luego aclarar que él se vestía así porque celebraba a cada momento su vida y su identidad de periodista, que su ropa dignificaba y resignificaba su lugar en el mundo, y que él no era
"ni charlatán, ni político, NI MAESTRO", y que
por eso andaba bien vestido. Huelga toda aclaración.
La profesión docente está desprestigiada, al menos en la Argentina, donde yo vivo. Muchos maestros y profesores son tomados como chantas, son poco reconocidos, no tienen renombre (atención: fui docente desde 1994 hasta marzo de este año, y me encanta dar clase). En síntesis, para mucha gente, ser docente es algo MAL VISTO. ¿Será porque los docentes no hemos sabido MOSTRAR lo bueno?.
El hábito no hace al monje, de eso estoy seguro. No lo hace, pero si es bueno, limpio y adecuado, le da prestigio, sin duda.