Facebook, que se ha convertido para mí en una utilísima agenda de efemérides y celebraciones que de otro modo pasarían inadvertidas, me recuerda hoy a través de los posteos de mis contactos que es el DÍA DEL ARTESANO. La explicación es que hoy, 19 de marzo, es la fiesta de San José, y que se lo recuerda como carpintero ejemplar, lo que revaloriza su trabajo en el taller, extendiéndose la celebración a todos aquellos que desde su trabajo crean piezas únicas.
Recordé entonces la nota que posteo a continuación, escrita hace algunos años para Revista Sinfónica (Montevideo), y retocada ahora para este espacio. Me alegra compartirla hoy con ustedes.
¡Feliz día, especialmente a todos los colegas de la artesanía musical!
Artesanías para escuchar
"No
consideramos que la belleza (lo agradable) de la música no está en la
uniformidad, sino en la diversidad. (...) Si todos los músicos tocaran con la
misma eficacia y gusto, perderíamos la mayor parte del placer de la música, por
la falta de esa agradable variedad".
Johann Joachim
Quantz
(compositor y
flautista alemán, 1697 – 1773)
Es común, a la
salida de un concierto, que la gente haga un supuesto alarde de "buen
gusto", refinamiento o erudición diciendo frases tan amplias y al mismo
tiempo tan vacías como - ¡Qué artista!. Tienen razón. Nadie duda que Martha Argerich es una artista, lo mismo que
Cecilia Bartoli, James Levine, Anne Sophie Mutter o John Eliot Gardiner. Esto
es muy lógico, ya que la formación musical se recibe en talleres, facultades o
institutos "de arte", y se supone entonces que quien se forma
en ellas deviene en "artista". (también hay otras muchas
influencias en esta denominación: usos sociales, presencia de los medios
masivos, etc.).
Lo que quizás
no sepamos es que esta denominación no existía en el largo período que va del
Renacimiento al Barroco, al menos con el significado que le damos hoy en día.
Si conociéramos los comentarios de los burgueses o nobles que asistían a
conciertos en el siglo XVII o XVIII seguramente se referirían a muchas cosas,
pero no a este "arte".
Estas ideas,
en gran parte, son heredadas del Romanticismo: la imagen del artista como ser
especial, un hombre que fue tocado con una ignota varita mágica que lo hace
distinto, y por eso se le debe aguantar todo cuanto haga. La sociedad, en
nombre del "arte", demuestra una tolerancia absoluta con los
pedidos y actitudes de sus artistas, aunque sean ridículos.
Y ocurre que
hasta lo que hoy llamamos Clasicismo las cosas eran muy diferentes. En aquel
momento ni el intérprete ni el compositor eran considerados artistas, sino
simplemente "músicos" (igual que el pintor o el escultor, que
eran considerados "pintor" y "escultor" pero
no "artistas"), y es que el concepto de "arte" era
otro. El arte no era esa cosa intangible, innata y digna de alabanza que hoy se
admira y se persigue, sino sólo un sistema de reglas que surgen de la
experiencia y que voluntariamente pueden perfeccionarse para llegar a un fin
que evite lo azaroso. Entonces, por ejemplo, un sombrerero seguía un "arte
de hacer sombreros", donde nada estaba fuera de su control, y lo mismo
un panadero, un sastre, un ebanista, o un músico.
Es claro que
había músicos famosos, que algunos compositores o intérpretes eran reconocidos
por su excelencia en el momento de escribir, tocar o cantar, pero la gran
mayoría de los que llenaban las orquestas, cantaban en la iglesia o encarnaban
papeles en óperas eran nada más (¡y nada menos!) que músicos, y no "Artistas",
es decir artesanos que trabajaban con la música, y para eso habían recorrido un
camino largo de técnica, de entrenamiento y de aprendizaje que le permitía
ocupar su lugar de trabajo. El músico, con sus instrumentos o su voz (tomada
como instrumento) manejaba uno de los materiales menos comprensibles: el sonido. Y aquí está el nudo de este asunto: quien
hacía eso no era un artista (según el sentido actual del término) sino un
manipulador del sonido. De manera automática, desde el instante, en el que
comprendemos la idea rectora del hacer música durante la
Edad Media, el Renacimiento o el Barroco, cambia para nosotros la idea
de estos estilos en sí mismos, de su praxis y su escucha.
Si tenemos
clara esta idea comprenderemos por qué la técnica de interpretación puede ser
tan diversa, y dejaremos de tener a los instrumentos antiguos por "imperfectos",
comenzando a considerarlos "abiertos" a lo que uno quiera
hacer con ellos, mientras que sus pares modernos no aceptan más que una sola, o
unas pocas, maneras de tocar que se estandarizaron durante el Clasicismo y se
encorsetaron en el Romanticismo, hasta que en el siglo XX, poco a poco, se
retomaron viejas libertades, pero eso ya es otro tema.
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