Los dos pilares del barroco inglés
La música inglesa, de Purcell a Handel
Este año se conmemora dos fechas importantes para la música del Barroco Inglés, el 350 aniversario del nacimiento de Purcell y el 250 aniversario de la muerte de Handel. Ambos constituyen los principales apoyos sobre los que Inglaterra construyó su estilo Barroco, y son homenajeados este año en todo el mundo con conciertos y actividades relativas a sus obras.
Por esta razón, en diciembre, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y el Coro Estable Estable del Teatro Colón ofrecerán el oratorio “Messiah” de Handel, una de las pocas obras barrocas que resistió a todos los embates estéticos y filosóficos, y que nunca dejó de interpretarse. Es así que la partitura fue modificada, según lo requería la moda de cada época (recordemos, por ejemplo la famosa versión que hizo Mozart, en la cual agregó instrumentos a la orquesta, tradujo el texto al alemán y modificó partes de la música). La mayoría de los lectores conoció a esta obra antes del auge de las versiones historicistas, interpretada con instrumentos “modernos” y cantada por solistas y coros que no dominaban la manera de decir del canto barroco. Cuando escuchemos, entonces, esta versión reviviremos conocidas experiencias acústicas de la época de los vinilos o los cassettes. El presente artículo nos ayudará también a comprender la perenne presencia de Purcell y Handel en la música coral inglesa.
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Apenas pasado el periodo de esplendor del madrigal renacentista, sobrevino en Inglaterra un período de cierta indefinición musical, consecuencia lógica de las múltiples idas y venidas de aquella sociedad permanentemente cambiante y conflictiva. Algunos pretendieron introducir las pautas de la monodía italiana, con el “stile recitativo”; pero por otra parte, otros tantos pretendieron copiar modelos franceses, llevando el “ballet de cour” a lo que en Inglaterra se llamó “masque”. Esta manifestación terminó imponiéndose, tomando la idea del recitativo, pero sin el pathos italiano ni la sutileza de la prosodia francesa, en un estilo híbrido entre el recitativo y la canción que no explotó profundamente la idea de los “afectos”, tan cara al pensamiento latino.
Pero cuando las mascaradas estaban en su madurez vino el período de la Commonwealth, con la subida de Cromwell al poder en 1653. Hubo cambios drásticos, como la prohibición del teatro, y la censura de ciertas manifestaciones musicales, lo que hizo florecer la música en las casas de la enorme burguesía inglesa, que la tomaba como adorno y diversión. Esta praxis se benefició con un desarrollo de la imprenta musical que fue único en la historia, ya que al no existir la corte, no habia mecenazgo real. La música de la iglesia también sufrió idas y vueltas con los cambios de regímenes e ideas. Los puritanos aceptaron sólo una parte de la música que era tradicional de la iglesia anglicana: los salmos medidos (que eran cantados tanto en la iglesia como en las casas, formando parte de la devoción doméstica o de un entretenimiento piadoso). Las otras prácticas de la iglesia fueron abolidas, y se destruyó muchos órganos. Sin embargo, la mayor pérdida de esta medida fue la falta de continuidad de las capillas musicales eclesiásticas, los principales semilleros musicales de los que salieron los principales compositores europeos del Renacimiento y el Barroco.
Al restaurarse la monarquía en 1660, se revitaliza la masque, y se experimenta en lenguajes de apariencia cruda que poco a poco establece un estilo Barroco inglés que se aproxima curiosamente al italiano mientras que no desaprovecha influencias de Lully (baste tener en cuenta, por ejemplo, la masque “Venus y Adonis”, de John Blow).
Es en esta misma época que, con la afirmación del bajo continuo y la sonata, los violines comienzan difundirse desplazando a las violas da gamba (cuyos conjuntos habían tenido gran éxito a principios del siglo), en la iglesia resurgen los “anthems” y se vive un clima de efervescencia y calma en la creatividad, que se rompería años más tarde con la feroz (y feliz) irrupción del estilo italiano del último Barroco. Y fue ahí, en ese momento tan propicio, que nació Purcell, el compositor que pareció estar predestinado a poner un final feliz a un siglo de convulsión.
Henry Purcell (1659 - 1695) nació y se crió en un entorno cortesano. Conoció las viejas prácticas contrapuntísticas y vislumbró la modernidad de los estilos que estaban en boga en el continente. Supo moldear el contrapunto para que dejara de ser sólo el producto de la superposición de líneas independientes, y comenzó a aplicar conceptos más modernos, tendiendo más a lo acórdico, aprovechando el pathos de los italianos y la pompa de los franceses. Rodeado de un grupo de escritores herederos de la tradición de Shakespeare, escribió odas, antífonas, canciones, mascaradas y óperas en las que rescató lo mejor de las modas del momento sin perder nunca de lado la concepción británica de su arte.
Fue también en esta época que John Banister comenzó a hacer conciertos públicos, lo que le dio fama a Londres como ciudad cosmopolita relacionada a la música, una suerte de ciudad capital de los conciertos europeos. Esto hizo que muchos músicos de la Europa continental comenzaran a mirar hacia Inglaterra y se dirigieran a Londres. Podemos citar, entre otros, al belga Jean Baptiste Loeillet (1680 – 1730), los italianos Giuseppe Baldassare Sammartini (1695 – 1750), Giovanni Battista Sammartini (1700 - 1775), Giovanni Battista Bononcini (1670 – 1747), Attilio Malachia Ariosti (1666 – 1729) y Nicola Porpora (1686 - 1768), y a los alemanes Johann Christoph Pepusch (1667 – 1752), Johann Adolph Hasse (1699 –1783) y Georg Friedrich Handel (1685 – 1759).
Tras una importante estancia en Italia, y varios viajes posteriores, Handel se instala en Inglaterra en 1711 para dedicarse a componer óperas. Es obvio que con tan fuerte presencia de italianos, el estilo musical había cambiado su estética, de esto da prueba la presencia en Londres de los más famosos cantante italianos de la época: Francesca Cuzzoni, Faustina Bordoni, Farinelli y Senesino entre otros. Pero, si bien Handel era un músico reconocido, no era el único que contaba con la aprobación del público, ni el único extranjero. Tuvo problemas con Bononcini por un supuesto plagio, también hubo peleas con Ariosti, y más tarde en la brillante época de la “Opera of Nobility” se enfrentó a Porpora y a Hasse. La nobleza inglesa era anti-germana y estaba en contra de Handel, pero además la corte, el único grupo social que podía comprender la ópera, no podía mantenerla (por sus costos). A la clase media londinense no le interesaba algo que había sido creado para la nobleza y que se cantaba en otro idioma, razón que llevó al fracaso a la ópera italiana. Tampoco se logró imponer un estilo operístico inglés. John Gay (1685 – 1732) hizo con Pepusch la famosa “Ópera del vagabundo” en 1728, que fue bien recibida, pero no alcanzó a abrir un camino.
Aún en los años que Handel vivió años de éxito como compositor de óperas, dedicó tiempo a estudiar la polifonía y el estilo musical propiamente inglés. Su gran modelo fue Purcell, de quien tomó los moldes, pero enriqueció la armonía y cambió ciertos elementos afrancesados. Compuso entonces música gloriosa para la iglesia anglicana, odas para la reina, antífonas para la coronación de los reyes, cantatas festivas y serenatas en las que aggiornó la antigua mascarada.
Durante los últimos años de su vida se dedicó a componer oratorios, en los que hizo una verdadera síntesis de sus experiencias musicales, que tuvieron la máxima aceptación del público. Aparecen ahí elementos de la cantata alemana, de la ópera italiana, de la música coral inglesa y de los oratorios de Carissimi. Y para estos años ya había músicos ingleses formados en la herencia de Purcell y familiarizados con los elementos italianos de moda del siglo XVIII. Se destacan sin duda William Boyce (1711 — 1779) y Thomas Augustine Arne (1710 - 1778). También para ese momento, la ciudad de Londres estaba definitivamente asentada como uno de los principales centros musicales de Europa, por lo que continuó atrayendo a importantes personalidades, aún así, la creación musical inglesa no volvió a tener personalidades descollantes, sino hasta más de un siglo después.
La música inglesa, de Purcell a Handel
Este año se conmemora dos fechas importantes para la música del Barroco Inglés, el 350 aniversario del nacimiento de Purcell y el 250 aniversario de la muerte de Handel. Ambos constituyen los principales apoyos sobre los que Inglaterra construyó su estilo Barroco, y son homenajeados este año en todo el mundo con conciertos y actividades relativas a sus obras.
Por esta razón, en diciembre, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y el Coro Estable Estable del Teatro Colón ofrecerán el oratorio “Messiah” de Handel, una de las pocas obras barrocas que resistió a todos los embates estéticos y filosóficos, y que nunca dejó de interpretarse. Es así que la partitura fue modificada, según lo requería la moda de cada época (recordemos, por ejemplo la famosa versión que hizo Mozart, en la cual agregó instrumentos a la orquesta, tradujo el texto al alemán y modificó partes de la música). La mayoría de los lectores conoció a esta obra antes del auge de las versiones historicistas, interpretada con instrumentos “modernos” y cantada por solistas y coros que no dominaban la manera de decir del canto barroco. Cuando escuchemos, entonces, esta versión reviviremos conocidas experiencias acústicas de la época de los vinilos o los cassettes. El presente artículo nos ayudará también a comprender la perenne presencia de Purcell y Handel en la música coral inglesa.
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Apenas pasado el periodo de esplendor del madrigal renacentista, sobrevino en Inglaterra un período de cierta indefinición musical, consecuencia lógica de las múltiples idas y venidas de aquella sociedad permanentemente cambiante y conflictiva. Algunos pretendieron introducir las pautas de la monodía italiana, con el “stile recitativo”; pero por otra parte, otros tantos pretendieron copiar modelos franceses, llevando el “ballet de cour” a lo que en Inglaterra se llamó “masque”. Esta manifestación terminó imponiéndose, tomando la idea del recitativo, pero sin el pathos italiano ni la sutileza de la prosodia francesa, en un estilo híbrido entre el recitativo y la canción que no explotó profundamente la idea de los “afectos”, tan cara al pensamiento latino.
Pero cuando las mascaradas estaban en su madurez vino el período de la Commonwealth, con la subida de Cromwell al poder en 1653. Hubo cambios drásticos, como la prohibición del teatro, y la censura de ciertas manifestaciones musicales, lo que hizo florecer la música en las casas de la enorme burguesía inglesa, que la tomaba como adorno y diversión. Esta praxis se benefició con un desarrollo de la imprenta musical que fue único en la historia, ya que al no existir la corte, no habia mecenazgo real. La música de la iglesia también sufrió idas y vueltas con los cambios de regímenes e ideas. Los puritanos aceptaron sólo una parte de la música que era tradicional de la iglesia anglicana: los salmos medidos (que eran cantados tanto en la iglesia como en las casas, formando parte de la devoción doméstica o de un entretenimiento piadoso). Las otras prácticas de la iglesia fueron abolidas, y se destruyó muchos órganos. Sin embargo, la mayor pérdida de esta medida fue la falta de continuidad de las capillas musicales eclesiásticas, los principales semilleros musicales de los que salieron los principales compositores europeos del Renacimiento y el Barroco.
Al restaurarse la monarquía en 1660, se revitaliza la masque, y se experimenta en lenguajes de apariencia cruda que poco a poco establece un estilo Barroco inglés que se aproxima curiosamente al italiano mientras que no desaprovecha influencias de Lully (baste tener en cuenta, por ejemplo, la masque “Venus y Adonis”, de John Blow).
Es en esta misma época que, con la afirmación del bajo continuo y la sonata, los violines comienzan difundirse desplazando a las violas da gamba (cuyos conjuntos habían tenido gran éxito a principios del siglo), en la iglesia resurgen los “anthems” y se vive un clima de efervescencia y calma en la creatividad, que se rompería años más tarde con la feroz (y feliz) irrupción del estilo italiano del último Barroco. Y fue ahí, en ese momento tan propicio, que nació Purcell, el compositor que pareció estar predestinado a poner un final feliz a un siglo de convulsión.
Henry Purcell (1659 - 1695) nació y se crió en un entorno cortesano. Conoció las viejas prácticas contrapuntísticas y vislumbró la modernidad de los estilos que estaban en boga en el continente. Supo moldear el contrapunto para que dejara de ser sólo el producto de la superposición de líneas independientes, y comenzó a aplicar conceptos más modernos, tendiendo más a lo acórdico, aprovechando el pathos de los italianos y la pompa de los franceses. Rodeado de un grupo de escritores herederos de la tradición de Shakespeare, escribió odas, antífonas, canciones, mascaradas y óperas en las que rescató lo mejor de las modas del momento sin perder nunca de lado la concepción británica de su arte.
Fue también en esta época que John Banister comenzó a hacer conciertos públicos, lo que le dio fama a Londres como ciudad cosmopolita relacionada a la música, una suerte de ciudad capital de los conciertos europeos. Esto hizo que muchos músicos de la Europa continental comenzaran a mirar hacia Inglaterra y se dirigieran a Londres. Podemos citar, entre otros, al belga Jean Baptiste Loeillet (1680 – 1730), los italianos Giuseppe Baldassare Sammartini (1695 – 1750), Giovanni Battista Sammartini (1700 - 1775), Giovanni Battista Bononcini (1670 – 1747), Attilio Malachia Ariosti (1666 – 1729) y Nicola Porpora (1686 - 1768), y a los alemanes Johann Christoph Pepusch (1667 – 1752), Johann Adolph Hasse (1699 –1783) y Georg Friedrich Handel (1685 – 1759).
Tras una importante estancia en Italia, y varios viajes posteriores, Handel se instala en Inglaterra en 1711 para dedicarse a componer óperas. Es obvio que con tan fuerte presencia de italianos, el estilo musical había cambiado su estética, de esto da prueba la presencia en Londres de los más famosos cantante italianos de la época: Francesca Cuzzoni, Faustina Bordoni, Farinelli y Senesino entre otros. Pero, si bien Handel era un músico reconocido, no era el único que contaba con la aprobación del público, ni el único extranjero. Tuvo problemas con Bononcini por un supuesto plagio, también hubo peleas con Ariosti, y más tarde en la brillante época de la “Opera of Nobility” se enfrentó a Porpora y a Hasse. La nobleza inglesa era anti-germana y estaba en contra de Handel, pero además la corte, el único grupo social que podía comprender la ópera, no podía mantenerla (por sus costos). A la clase media londinense no le interesaba algo que había sido creado para la nobleza y que se cantaba en otro idioma, razón que llevó al fracaso a la ópera italiana. Tampoco se logró imponer un estilo operístico inglés. John Gay (1685 – 1732) hizo con Pepusch la famosa “Ópera del vagabundo” en 1728, que fue bien recibida, pero no alcanzó a abrir un camino.
Aún en los años que Handel vivió años de éxito como compositor de óperas, dedicó tiempo a estudiar la polifonía y el estilo musical propiamente inglés. Su gran modelo fue Purcell, de quien tomó los moldes, pero enriqueció la armonía y cambió ciertos elementos afrancesados. Compuso entonces música gloriosa para la iglesia anglicana, odas para la reina, antífonas para la coronación de los reyes, cantatas festivas y serenatas en las que aggiornó la antigua mascarada.
Durante los últimos años de su vida se dedicó a componer oratorios, en los que hizo una verdadera síntesis de sus experiencias musicales, que tuvieron la máxima aceptación del público. Aparecen ahí elementos de la cantata alemana, de la ópera italiana, de la música coral inglesa y de los oratorios de Carissimi. Y para estos años ya había músicos ingleses formados en la herencia de Purcell y familiarizados con los elementos italianos de moda del siglo XVIII. Se destacan sin duda William Boyce (1711 — 1779) y Thomas Augustine Arne (1710 - 1778). También para ese momento, la ciudad de Londres estaba definitivamente asentada como uno de los principales centros musicales de Europa, por lo que continuó atrayendo a importantes personalidades, aún así, la creación musical inglesa no volvió a tener personalidades descollantes, sino hasta más de un siglo después.
Tuvo razón Henry Hall, el organista de Hereford al momento de la muerte de Purcell: “Sometimes a hero in an age appears / But scarce a Purcell in a thousand years” (A veces aparece un héroe en una era / pero sólo un Purcell en mil años)
Personalmente prefiero el estilo isabelino jacobino pre Restauración.
ResponderEliminarCreo que el estilo musical inglés estaba desarrollando un estilo propio muy característico tanto desde la melodía (donde siempre destacaron incluso hasta hoy)como desde lo armónico (ya desde Dunstable eran muy criticados por los "continentales").
si bien poco antes de la Guerra Civil, ya habían intentos de emular a la música italiana, eran minoritarios.
La Guerra civil, que segó la vida de uno de los más interesantes compositores de consort music, William Lawes, culminó con el protectorado de Cronwell, excesivo puritano que abolió muchas formas de música.
La restauración implicó necesariamente la importación de elementos franceses e italianos para reparar una tradición mortalmente herida.
El mérito gigante de Purcell, de origen catalán, fue recuperar la tradición melódica perdida dentro del marco de un alto barroco ya "globalizado" e italianizante.
Compuso unas demodeé fantasías para violas que no tienen nada, pero nada que envidiarle a Beethoven o Shostakovitch.
Lamentablemente murió muy joven, parece que de frío por haberse peleado con su mujer.
Julián! Siempre tenés algo más y más sorprendente y novedoso para decir. Qué bueno!.
ResponderEliminarSe nota tu veta violística en los comentarios, y en los gustos e intereses. jajaa.
Así que el origen de Purcell era CA-TA-LÁN??? Y que murió de FRÍO? son dos datos buenísimos. Gracias!, podrías ser algo así como un "Jorge Rial" de los compositores antiguos! jajaa
Existen dos teorías sobre su temprana muerte, una probable, que es tuberculosis y otra literaria y más legendaria, que al volver del teatro una noche tarde su mujer lo dejó afuera en la nieva y murió de la gripe, no porcina que se agarró.
ResponderEliminarIgual en su testamento habla muy bien de ella, Frances Purcell.
IMPRESIONANTE!, nuevamente... the winner is... YOU.
ResponderEliminarYa tuve varios comentarios orales y vía e mail festejando tus intervenciones en el blog. En cualquier momento pasás a ser co-autor de las entradas.