Hace unos años viajé a San Ignacio de Moxos, a hacer un voluntariado como profesor de la Escuela de Música de ese pueblo boliviano. Fueron días de mucha alegría y de un trabajo enorme en medio de un calor abrumador y húmedo. Tengo recuerdos felicísimos de ese viaje.
Cuando tenía que comenzar la vuelta a Buenos Aires (un camión hasta Trinidad, luego ómnibus a Santa Cruz de la Sierra y finalmente avión) comenzaron las lluvias, y las precarias rutas se anegaron. Entonces para salir del pueblo tuve que tomar una avioneta, y hacer un viaje breve pero espectacular, que me ayudó a comprender más el terreno de aquellas misiones, y que aumentó nuevamente mi admiración por aquellos que impulsados por la fe, la ambición o la gloria (poco importa ya a esta altura) se aventuraron por semejantes sitios.
Posteo hoy algunas fotos de aquel viaje, que para mí fue tan significativo.
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