Posteo hoy un texto que escribí el 7 de mayo. Tras dejar Puente la Reina fui a Estella, luego a Los Arcos, y llegué a Viana. Esos días reflexioné mucho sobre dos temas: la confianza y el tiempo libre. El primero porque me costaba creer que estaba en un mundo SEGURO, donde no había problemas ni desconfianza a mi alrededor, y el segundo porque me llamó la atención ver que gran cantidad de peregrinos no sabían qué hacer tras la caminata diaria, lo que los hacía deambular por ahí buscando charlas inútiles, o matar el tiempo tomando cerveza. Ojalá disfruten de este relato.
les escribo desde VIANA, el ùltimo principado navarro antes de entrar (mañana por la mañana) a La Rioja.
Tengo poco tiempo, así que seré breve.
En primer lugar les cuento que todo marcha maravillosamente bien, que todo esto es increíble, y que (aunque parezca un detalle menor a la distancia), NO TENGO AMPOLLAS. Por supuesto que el cuerpo duele un poco, pero la verdad es que vale la pena todo esto.
El tiempo se ha puesto bueno, cesaron las lluvias y el paisaje pireneico desapareció del todo, ahora la cosa es diferente. Hace mucho calor, y por las tardes tenemos siempre sol y plazas hermosas donde tomar café y charlar de la vida (de ésta y de la próxima) en esta Babel que sigo transitando. Hay días en los que me doy cuenta que sólo pienso en castellano cuando escribo en mi cuaderno, porque me he pasado el tiempo entre italianos, franceses, alemanes o australianos. Los latinoamericanos somos pocos por acá (y creo, por cierto, que no que no muy bien vistos por los españoles).
Hay mucho para contar, pero me limitaré a lo que más me sigue llamando la atención, que es el tema de la confianza que hay en todo y en todos. Me encanta poder ir por la calle y que las señoras no se aferren as su cartera porque tienen miedo de que se las robe, me encanta entrar a un negocio y que el vendedor no esté detrás mío para ver si me voy a robar un chicle globo o quizás un caramelo masticable o un paquete de arroz, me gusta también dejar en mi albergue las cosas sobre la cama y no tener miedo de que desaparezcan. Pienso mucho en eso, porque en Argentina estamos demasiado acostumbrados a vivir en la desconfianza total: desconfianza de la empleada que se puede robar una cucharada de shampoo, desconfianza de los alumnos que se pueden copiar en una prueba, desconfianza del que pasa por la puerta de nuestra casa y se queda parado porque en realidad le molesta el zapato (pero nosotros creemos que es un asesino serial y violador que viene a por nosotros)..., en fin, otro tema largo que les dejo picando en el cyber espacio.
Tengo poco tiempo, así que seré breve.
En primer lugar les cuento que todo marcha maravillosamente bien, que todo esto es increíble, y que (aunque parezca un detalle menor a la distancia), NO TENGO AMPOLLAS. Por supuesto que el cuerpo duele un poco, pero la verdad es que vale la pena todo esto.
El tiempo se ha puesto bueno, cesaron las lluvias y el paisaje pireneico desapareció del todo, ahora la cosa es diferente. Hace mucho calor, y por las tardes tenemos siempre sol y plazas hermosas donde tomar café y charlar de la vida (de ésta y de la próxima) en esta Babel que sigo transitando. Hay días en los que me doy cuenta que sólo pienso en castellano cuando escribo en mi cuaderno, porque me he pasado el tiempo entre italianos, franceses, alemanes o australianos. Los latinoamericanos somos pocos por acá (y creo, por cierto, que no que no muy bien vistos por los españoles).
Hay mucho para contar, pero me limitaré a lo que más me sigue llamando la atención, que es el tema de la confianza que hay en todo y en todos. Me encanta poder ir por la calle y que las señoras no se aferren as su cartera porque tienen miedo de que se las robe, me encanta entrar a un negocio y que el vendedor no esté detrás mío para ver si me voy a robar un chicle globo o quizás un caramelo masticable o un paquete de arroz, me gusta también dejar en mi albergue las cosas sobre la cama y no tener miedo de que desaparezcan. Pienso mucho en eso, porque en Argentina estamos demasiado acostumbrados a vivir en la desconfianza total: desconfianza de la empleada que se puede robar una cucharada de shampoo, desconfianza de los alumnos que se pueden copiar en una prueba, desconfianza del que pasa por la puerta de nuestra casa y se queda parado porque en realidad le molesta el zapato (pero nosotros creemos que es un asesino serial y violador que viene a por nosotros)..., en fin, otro tema largo que les dejo picando en el cyber espacio.
La confianza en el otro es FUNDAMENTAL a la hora de hacer música.
ResponderEliminarTal vez la solución sería que todo el mundo haga musica de cámara ?
Más en serio es notorio lo que decís, yo creo que la realidad la construimos cada uno fenomenológicamente y los argentinos tenemos el vicio nefasto de la paranoia, miles de veces más contagioso que cualquier influenza.