Estoy en Santiago de Chile, participando del estreno mundial de la ópera El Demonio Mudo, publicada en 1717 en Munich por el jesuita Franz Lang en una antología de teatro musical moralizante-catequético para los colegios de la Compañía de Jesús. En la biblioteca de la Recoleta Dominica, en Santiago, se encuentra un ejemplar de esa antología, y eso movió al musicólogo Víctor Rondón a transcribirla, a investigar sobre ella, etc., y gracias a eso es que hoy tenemos la partitura.
En 1990 (!!) me enteré de la existencia de las óperas jesuíticas, lo que algunos llaman las "óperas de colegio", y desde entonces me pregunté cómo sonarían, qué tal funcionarían desde la dramaturgia, me preocupaba saber qué tan virtuosas (o no) serían las partes vocales, me intrigaba saber cómo estaban escritas las partes orquestales, etc. Y todo eso se desveló para mí en los últimos meses, hasta que finalmente la estrenamos la semana pasada.
Pero no vine al blog a escribir sobre eso, sino a volver a plantear lo bueno que es que este repertorio forme parte de la programación oficial de sitios tan importantes como el Teatro Municipal De Santiago, el más antiguo y más importante teatro de Chile, fundado a mediados del s. XIX.
La música colonial americana (lo que se componía en el continente, o lo que se importó y pudo haber sido interpretado en estas tierras) fue siempre un repertorio off, músicas periféricas que por lo general se hacían en circuitos independientes, "menores", etc. Pero gracias al trabajo sostenido de musicólogos, intérpretes y comunicadores (tres grupos en los que me siento representado), la música colonial ganó espacios, y sigue ganándolos. Y es por eso que celebro que el Teatro Municipal eligiera este título para abrir su temporada de ópera, porque las salas, los elencos, ciertos directores, etc., son agentes fundamentales para validar, para empoderar a un repertorio.
Quizás las cosas deberían ser de otra manera. Sería hermoso que no existiese la música "buena" y la "periférica", pero la cosa es así, y pasará mucho tiempo para que eso cambie. Mientras tanto, los periféricos, con un poco de esfuerzo, y con mucha alegría, solemos acercarnos al centro, solemos tocar a la puerta en el Paraíso, y cada tanto nos dejan pasar, con un poco de recelo. Algún día tendremos la llave, por ahora estamos en camino, que no es poco.
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Hace unos años escribí aquí en el blog una entrada que se llamaba "Jugar en Primera", cuando llevamos el repertorio colonial americano al Teatro Colón de Buenos Aires, junto a la Capilla del Sol. El texto dice más o menos lo mismo que este. Pueden leerlo en haciendo CLICK AQUÍ.