La autora es Elena Muerza, una flautista española que se interesa también en el Marketing Digital, a quien no conozco (si quieren saber más de ella clickeen aquí).
Ojalá les venga bien este artículo, especialmente a tantos colegas músicos que permanentemente creen (o les han hecho creer) que con el arte no se puede ir más allá.
Cómo dejar de ser una pulga en tu carrera musical
Hoy os voy a hablar sobre pulgas. Ya sé que este blog es
sobre pedagogía musical y flautística y esperáis encontrar artículos sobre esa
temática, pero quería compartir con vosotros un ejemplo de cómo muchas veces
actuamos o hemos actuado como pulgas en nuestra vida (musical y no musical).
¿Sabéis como se adiestran las pulgas?
Si algún día atrapáis una, probad a meterla en un frasco de
cristal y cerrad la tapa. La pulga, haciendo caso a su naturaleza saltarina,
dará brincos para intentar escaparse y se chocará siempre con la tapa del
frasco. Llegará un momento (dicen que 3 días) que la pulga dejará de saltar
hasta lo más alto del bote, pues se ha cansado de golpearse la cabeza. Aunque
abramos ese frasco y lo dejemos sin tapa el resto del tiempo, la pulga nunca se
escapará ni llegará a sobrepasar el límite marcado por la tapa, a pesar de
tener las cualidades necesarias para ello. Pero no sólo eso, esa pulga
transmitirá esa naturaleza limitadora a toda su descendencia pulguil, e irá
pasando de generación en generación. Es así como se domestican las pulgas.
Este ejemplo ha sido también utilizado en un spot de
televisión para promocionar la Playstation 2, cuyo lema es “Hay otro lado más
allá de los límites”. Porque de esto mismo va este artículo, de los límites que
nos autoimponemos o creemos que nos imponen.
Si tenéis curiosidad, clickead aquí y podréis ver el spot.
Al ser humano le ocurre lo mismo que a las pulgas, y al ser
humano que además es músico, también. Inicialmente, nuestros sueños o
ambiciones no tienen límites (por ejemplo, ser flauta solista de la Filarmónica
de Berlín), pero a medida que pasa el tiempo, nos vamos golpeando la cabeza
contra tapaderas que hacen que nos resignemos a creer que no podemos hacer algo
diferente y que olvidemos nuestra capacidad de dar grandes saltos. Es entonces
cuando nos volvemos conformistas, dejamos de estudiar, de dar conciertos o de
hacer audiciones para orquestas, sin darnos cuenta que, seguramente, el frasco
lleve abierto más tiempo del que creemos.
Esas limitaciones que nos vamos encontrando pueden venir del
exterior (en forma de comentario por parte de un profesor, de un compañero…),
pero sobre todo, vienen de nosotros mismos:
1. Porque consideramos lo que nos dicen los demás como más
válido que nuestras propias opiniones.
2. Porque hechos aislados de un concierto o audición (un mi
agudo que se nos cae, el fa agudo que se me queda alto…) se convierten en
creencias y verdades absolutas (todos los mi agudos se caen, el fa agudo
siempre va a estar alto).
Hacer caso a estas limitaciones nos ayudará a ampliar
nuestro repertorio de excusas para no intentar algo, pero de poco más servirán.
En las Olimpiadas de Atenas de 1896, Tom Burke ganó el oro
de los 100m lisos con una marca de 12 segundos. En ese mismo lugar, Olimpiadas
de Atenas, pero de 2004, la marca estaba ya en 9,85 segundos. ¿Os imagináis que
le hubieran dicho a Usain Bolt que no se molestara en correr los 100m lisos
porque era imposible bajar de esa marca? Pues no sólo lo consiguió en las
olimpiadas siguientes (Pekín y Londres), sino que lo ha logrado en varias
ocasiones y ostenta el récord mundial con 9,58 segundos.
Para batir esos récords hay que tener en cuenta factores
como las condiciones físicas del deportista y, sobre todo, el grado de
entrenamiento y la fortaleza psicológica. Es precisamente en este último
aspecto en el que coincidimos músicos y atletas: la importancia de la mente.
Desde 1896 hasta ahora, se han hecho miles de carreras de 100m lisos y te
sorprendería saber en cuántas de ellas se ha bajado de los 12 segundos. Esa
barrera se rompió, pero no porque el hombre sea mejor físicamente, sino debido
a que esas marcas era obstáculos mentales.
Cuando la imagen que tenemos de nosotros mismos está ligada
a la calidad de nuestro trabajo como músicos, hacer un duro esfuerzo y perder
es un golpe muy duro. Nos resultará más fácil, la próxima vez, posponer las
cosas utilizando cualquier excusa a mano. Volvemos a poner la tapa a nuestro
frasco de pulgas y lo peor de todo es que estamos cerrando nosotros mismo el
frasco y no ese profesor o compañero que nos dejó tan marcados.
Como anécdota os contaré lo que me ocurrió hace ya algunos
años. Estaba yo estudiando en Bélgica, pero vine a España para una serie de
conciertos en los que tocaba como flauta solista. A la salida del concierto se
me acercó un antiguo profesor de Lenguaje Musical de la Escuela de Música donde
empecé con la flauta, que me felicitó y me dijo:
-¡Hola Marta!- (siempre me llamó así, no le entraba en la
cabeza que mi nombre es Elena) -Vengo a felicitarte y darte la enhorabuena por
lo bien que has tocado esta noche ¡¡Siempre dije que llegarías muy lejos!!
Lo que no recordaba este profesor es que muchos años antes,
cuando yo tenía la tierna edad de 9 años, en una de sus clases nos dijo a
todos, TODOS, los alumnos que ni nos molestáramos en intentar entrar al
conservatorio porque nunca llegaríamos a nada en esto de la música.
Puso en su día una tapa en mi frasco, pero ni siquiera se
acordaba de haberlo hecho. Muchos de mis compañeros, por desgracia, le hicieron
caso, pero otros cuantos nos dimos varias veces en la cabeza contra esa tapa
hasta que conseguimos abrir el frasco y poder vivir a día de hoy de lo que nos
gusta, la música.
Espero que este artículo te ayude a reflexionar sobre todas
esas veces que has dejado que cierren tu frasco. No olvides coger impulso, dar
cabezazos a esas tapas que te irás encontrando y salta muy alto. Si la pulga,
con su tamaño, llega hasta un metro de altura, no te conformes tú
con sólo unos centímetros.
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