Desde hace muchos años, tengo la alegría de formar parte del staff de colaboradores de Revista Cantabile, una publicación de Buenos Aires que se entrega gratuitamente a la salida de los principales conciertos. Allí escribo, entre otras cosas, una sección que se llama "Otros ámbitos", desde donde intento difundir la realidad de la música clásica en el interior de la Argentina.
Ese trabajo me cuesta mucho, porque aparentemente mis colegas de las provincias no tiene mucho interés en difundir lo que hacen. Basándome en mi experiencia de años, en el último número de la revista (julio-agosto 2014) escribí la columna que posteo a continuación. Ojalá les resulte interesante, y que el tema empiece a formar parte de nuestro pensamiento musical.
La música del interior y su difusión
Desde mi lugar de músico y comunicador vivo contactado
de forma permanente a la producción de los conciertos, esa gran parte del
trabajo que casi nadie ve y que pocos imaginan. Permanentemente analizo y
comparo mi trabajo en ese ámbito con el de colegas y amigos, e incluso con aquel
de las figuras internacionales a las que sigo aún sin conocerlas personalmente.
Me importa muchísimo cómo se difunde la música clásica y su manera de repercutir
y figurar en los medios.
También intento comparar lo que veo en publicaciones
de todo tipo, (convencionales o alternativas) con los resultados en las salas
de concierto. Analizo parámetros bastante obvios, que a veces se olvidan: dónde
se anunció el concierto, cuánta gente asistió, cuan bueno es el músico que se
presenta, qué edad tiene el público, qué sala es y dónde queda, etc. Completo
el análisis cuestionándome qué hubiera ocurrido si el aviso o gacetilla saliera
en otros medios y fantaseando cómo serían los resultados, y entre otros
factores, considero también la presencia de la música clásica en Internet.
Desde hace unos años enriquezco mis cavilaciones con
mi experiencia de escribir esta sección de Cantabile, que me conecta cada dos
meses con una lista inmensa de contactos del interior (orquestas, solistas,
organismos oficiales, universidades, coros, grupos de cámara, etc), y como
respuesta tengo casi siempre un puñado de mensajes con datos de conciertos que
quieren anunciar y un inmenso silencio de la mayoría de los destinatarios de mi
correo. A algunos les mando incluso mensajes personales, invitándolos
personalmente a difundir lo que hacen, casi siempre sin éxito.
De todo esto surge otra pregunta obvia: ¿A quiénes
quieren invitar los artistas con sus gacetillas, si es que las envían? Creo que
mayormente a gente que conocen, y especialmente a colegas importantes, siempre
que el programa sea atractivo y les permita pavonearse. No debemos olvidar que
la mayor parte de los músicos difunde sus conciertos casi exclusivamente a
través de redes sociales, mayormente vía Facebook, que ofrece la posibilidad
gratuita de crear “eventos”, una manera comodísima de anunciar sin moverse de
la computadora. Y muchos músicos creen que con crear uno de esos eventos, subir
a la red un par de fotos más o menos buenas, y recibir un centenar de
comentarios de amigos y conocidos, el concierto será un éxito. Aflora entonces
un último punto a considerar: ¿Qué es el “éxito” de un concierto para un músico
del interior?
Tenemos que considerar, en primer lugar, que la mayor
parte de la actividad musical en las provincias es producto del trabajo de
organismos rentados (mayormente orquestas o coros) que coexisten con conjuntos,
algunos de ellos de gran calidad, formados por músicos que no están interesados
en ganar dinero con sus conciertos, porque tienen sueldos trabajando de otra cosa
(mayormente en la docencia). A los primeros, los que reciben un salario
mensual, les suele dar lo mismo que haya público o no (de todas maneras, a fin
de mes recibirán su pago), y para los segundos, el concierto es un gusto que se
dan haciendo algo que los apasiona y que rompe con la rutina cotidiana; y que
si no ocurre muy frecuentemente, llenará cualquier sala con amigos y parientes,
y si hay más constancia en la producción de conciertos, la sala estará vacía,
pero importa más estar en el escenario, que contar cuánta gente haya en la
platea.
También existen, en algunos lugares del interior,
asociaciones organizadoras de conciertos y temporadas artísticas, que con el
correr de los años tienen su prestigio local, un público cautivo o abonado y
amplia cobertura en medios locales. ¿Para qué necesitarían difundir a nivel
nacional? Por otra parte, en algunos casos me atrevo a pensar que quizás eso
implicaría público nuevo, y entonces dejaría de ser una actividad minoritaria y
exclusiva.
Considero entonces importante que tanto el público
como los artistas evaluemos la importancia de la difusión de las actividades musicales
(no sólo las que tienen lugar en el interior) y sus consecuencias. En primer
lugar recordemos que al difundir un concierto, además de pretender que la gente
vaya, es importante que otra gente que no podrá o no querrá asistir, se entere
del mismo: así también se construye el medio musical, al circular la
información de lo que se ofrece. Quizás quien lea la publicación no pueda ir al
concierto, pero sí se interese en el programa porque tiene que ver con sus
gustos, o con su área de trabajo, o decida reenviar la información a quienes sí
estén cerca del evento para disfrutarlo. Es posible que el potencial lector de
una noticia tenga material que generosamente quiera aportar a quien es el
protagonista de la misma, también es factible que quien recibe la revista tenga
un viaje agendado al sitio en el que se ofrece un concierto, o que incluso
decida viajar sólo para escuchar un repertorio. Es necesario empezar a actuar
de acuerdo a las posibilidades de nuestro tiempo, y si creemos que todo puede
estar al alcance de la mano, debemos actuar en consecuencia.
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