Hoy tomé el tren para volver a casa a eso de las 19 y subí al furgón. Había una nena de unos 8 ó 9 años sentada en el piso, ordenando ejemplares de La Razón para ofrecerlos a cambio de monedas. Sin pensar en el diario, sino en ella, la miré y de pronto me encontré con una foto de Mister Banister en el diario (!!!!). Entonces me acerqué, ella levantó la mirada y lo único que atiné a hacer fue a señalar la foto y decirle que el señor del diario era yo. ¡La chica no lo podía creer!, metí la mano al bolsillo, saqué unas monedas, le pedí un ejemplar, y tuve que bajarme, porque el tren llegaba a mi estación, todo ocurrió en pocos segundos. La chica quedó desconcertada, y de algún modo yo también. A ella le pareció buenísimo encontrarse con un supuesto "famoso" (salir en el diario ya implica, para mucha gente, un halo de prestigio increíble), y a mí también me resultó magnífico que mi foto, y el anuncio de mi próximo concierto estuviera en manos de tantísima gente.
Después, con más calma, miré la publicación en el andén. No decía mucha cosa, es más elocuente la foto que el texto, y más comunicativa esta historia que el epígrafe de la foto. Sin embargo, nadie podrá decirme que todo el conjunto no es grato.
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