Durante el verano murió el director y pedagogo rosarino
Cristián Hernández Larguía, un personaje fundamental en el desarrollo de la Música
Antigua en la Argentina.
Fue pionero en la reconstrucción de estilos musicales
preclásicos cuando en nuestro país había poco y nada al respecto, tal como
dicen muchos motetes: “Vox clamantis in deserto: Parate viam Domini” (“una voz
clama en el desierto, preparad los caminos del Señor”, palabras atribuídas a
San Juan Bautista, el último profeta, en un texto evangélico que fue
musicalizado innumerables veces). Profeta y Mesías, todo al mismo tiempo, abrió
el camino y lo transitó hábilmente rodeado de quienes también a él le alisaron
el propio.
Escribí para Revista Cantabile el obituario que copio a
continuación, y lo publico recién ahora, cuando la revista ya está en la calle.
Vaya desde aquí un recuerdo y homenaje póstumo a quien fuera uno de mis ídolos
de la adolescencia (ese lejano señor que vivía en mi país, aunque lejos de mi
casa, y que lograba materializar lo que para mí eran sólo sueños).
Cristián Hernández Larguía (1921 – 2016)
El 10 de febrero, en medio del inmenso receso musical de
verano que nos tomamos los argentinos, murió Cristián Hernández Larguía, sin
duda alguna el más reconocido director y pedagogo santafesino. Había creado y
dirigido el Coro Estable de Rosario desde su fundación en 1946 (dirigió este
coro durante 65 años!) y el Conjunto Pro Música de Rosario, fundado en 1962,
con el que se presentó hasta fines del año pasado.
Con él murió el último artista de una generación que tras
descubrir en su juventud que formarse como músico en una institución de la
Argentina era casi imposible, supo que sólo podía contar con talento y
condiciones naturales, además de eventuales clases con maestros locales o
extranjeros; una generación que por sobre todas las cosas tenía entusiasmo y
coraje. Músicos que con esos (¿pocos?) elementos arrancaron sus carreras, crearon
las primeras instituciones de formación “oficial”, esas en las que aprendimos
los que hoy somos miembros activos de la comunidad musical argentina, y
arremetieron recorridos que muchas veces fueron titánicos, como el de Hernández
Larguía. La lista de sus conciertos, grabaciones, clases y presentaciones es
sumamente extensa, cuesta creerla.
Sin embargo, no sólo formó músicos profesionales en las
universidades de Rosario y del Litoral, donde dio clases de Morfología Musical,
Musicología, Acústica y Dirección Coral, sino que además generó entusiasmo en
sus coreutas y en los miembros del Pro Música, pero por sobre todas las cosas,
gestó, desarrolló y robusteció al público con innumerables conciertos y
presentaciones en todo el país, y en importantes plazas del exterior. Abrió y
allanó caminos, sobre todo para quienes se interesan en los estilos preclásicos,
rompiendo el estúpido mito de que sólo triunfan los que viven en Buenos Aires
(porque se dice que es ahí donde atiende Dios), llevó al mundo el nombre de la
ciudad en la que nació y vivió siempre, desde 1985 en calidad de Ciudadano
Ilustre.
Fue uno de los artistas argentinos con mayor cantidad de
grabaciones comerciales editadas, que se escuchan con cierta frecuencia por
radios de diversos sitios internacionales (especialmente aquellas de música
antigua española y americana que son permanentemente citadas en artículos y
estudios, por haber sido pioneras y creadoras de la imagen acústica actual del
pasado ibérico), y uno de los poquísimos directores locales que han subido sus
discos a plataformas de difusión de música en continuo como Spotify, last.fm o
iTunes.
Algunos podemos criticarlo, especialmente porque su conjunto
no supo (¿no quiso?) aggiornarse y ponerse a tono con las maneras más modernas
de abordar la interpretación historicista desde el armado de los programas, la
estética sonora (escuché al conjunto hace un año en Buenos Aires, y el producto
acústico era igual que el de la década de 1980), o la valorización profesional
de sus integrantes (que en su gran mayoría no cobraban cachet por los
conciertos o giras). Sin embargo no se puede dejar de reconocer su inmenso aporte
al medio musical argentino, que seguramente sería diferente si él no nos hubiera
despertado interés por tantas obras que hace algunas décadas parecían
imposibles de abordar. Celebremos su coraje, y sus ganas de compartirlo.
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