Ayer, mientras hablaba por teléfono con mi amiga Gabriela Guembe, tal como lo hemos hecho durante los últimos treinta años de amistad (trein-ta-a-ños!) fantaseábamos pensando qué pasaría si uno se llama a sí mismo, es decir, si uno disca el número del teléfono del que está llamando (intuímos que dará ocupado). Y me acordé entonces de la poesía de Susana Thenon, que posteo a continuación.
El mito popular decía que hoy se acababa el mundo. Hasta ahora no sucedió nada, sin embargo, quizás sea un buen día para llamarnos, y para CASARNOS (!!!)... con nosotros mismos.
CANTO NUPCIAL
(de Susana Thenon)
Me he casado,
Me he casado,
me he casado conmigo
me he dado el sí
un sí que tardó años en llegar
años de sufrimientos indecibles
de llorar con la lluvia
de encerrarme en la pieza
porque yo -el gran amor de mi existencia-
no me llamaba
no me escribía
no me visitaba
y a veces cuando juntaba yo el coraje de llamarme
para decirme: hola ¿estoy bien?
yo me hacía negar
llegué incluso a escribirme en una lista de clavos
a los que no quería conectarme
porque daban la lata
porque me perseguían
porque me acorralaban
porque me reventaban
al final ni disimulaba yo
cuando yo me requería
me daba a entender
finamente
que me tenía podrida
y una vez dejé de llamarme
y dejé de llamarme
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije
¿cuánto hace que no me llamo?
añares
debe de hacer añares
y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
porque aunque parezca mentira
no había cicatrizado
solo me había ido en sangre
entonces me dije: hola ¿soy yo?
soy yo, my life, y añadí:
hace muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo
¿quiero venir a casa?
sí, dije yo
y volvimos a encontrarnos
con paz
yo me sentía bien junto conmigo
igual que yo
que me sentía bien junto conmigo
y así
de un día para el otro
me casé y me casé
y estoy junto
y ni la muerte puede separarme
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